"Eyes wide shut"
No puedo ocultar mi asombro: el principal crítico de cine de EL PAÍS, a quien admiro desde hace muchos años, sólo ha visto la mitad de Eyes wide shut, o eso parece. Porque detrás de una historia acerca de la (in)fidelidad conyugal late el Réquiem de Mozart-Kubrick. Vayamos por partes. Es una constante en la cultura occidental que todas las sociedades secretas o subversivas (ya sean los primeros cristianos, los judíos, la inexistente sociedad de las brujas o los masones) se enfrentaban a dos tipos de acusaciones: a)crímenes monstruosos (por ejemplo, asesinatos rituales de mujeres o niños), y b)actos de los que públicamente abjuraban pero en los que, subconscientemente, muchas personas honorables deseaban participar (por ejemplo, sexo colectivo). Con esta perspectiva, la ceremonia orgiástica a la que asiste Tom Cruise es un ritual masónico de la Viena de la Ilustración (evidencias: el palacio neoclásico, el golpear del palo tres veces contra el suelo, etcétera), pero visto con los ojos del que espera ver allí a los masones cometiendo sus fechorías. El músico que toca con los ojos vendados es, obviamente, Mozart. Y así como Mozart recibió una patada del arzobispo Colloredo, así nuestro pianista recibe un puñetazo del poderoso Ziegler-Pollack. Obviamente, éste es el mundo de La flauta mágica. Pero hay demasiadas pistas de que Kubrick realizó su última película con el mismo espíritu con el que Mozart compuso su Réquiem: sabiendo que era su última obra y que la realizaba para celebrar su propia muerte. Así, observamos: a)en el velatorio, Kubrick agradece (por boca de Cruise) a su hija las atenciones que le ha dedicado; b)en la tienda de disfraces, Kubrick-Milich se despide de nosotros ofreciéndonos sus películas-disfraces, por ejemplo, Lolita; c)aparece la prostituta muerta y suena después el Réquiem (Rex tremendae), y d)su amigo de toda la vida, Pollack, le dice a Kubrick que "la vida sigue..., hasta que se acaba". Finalmente, ¿por qué tanto interés en que Cruise-Kidman sean pareja en la vida real? Porque representan al matrimonio Kubrick (aunque cuando Cruise actúa solo representa la mayor parte del tiempo al espectador metido en la historia). ¿Y cómo pasar por alto que Fidelio es un canto al amor conyugal (de Stanley a su esposa)? En fin, el espectador y el director dentro de la pantalla: magistral Kubrick. Si en La naranja mecánica homenajea a Beethoven (la libertad), aquí le toca el turno a Mozart (la muerte).Pasa a la página siguiente
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Qué grande es la incultura musical que arrastramos en este país.- . .
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