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El "híper" del Cuarto Mundo

Naiara Galarraga Gortázar

El fin de semana pasado la docena de chavales que intentan superar problemas familiares y sociales en el hogar El Saltillo tomaron de postre paraguayos. También los ancianos que viven en el asilo que unas monjas llevan en Mungia. Y los drogadictos que intentan desengarcharse en Proyecto Hombre. Kilos y kilos de paraguayos legaron a sus mesas gracias a esa especie de hipermercado para el Cuarto Mundo que es el Banco de Alimentos. Esta asociación consigue comida que iba a la basura y la reparte gratis en el Cuarto Mundo, "el de los ciudadanos que conviven con nosotros y no llegan a las condiciones mínimas de bienestar de las que el resto disfruta". La definición es del presidente del banco, Enrique García Lapeña, que echa mano de estadísticas -"oficiales", enfatiza- para demostrar que a la vuelta de la esquina también existen personas necesitadas de algo tan básico como comida. "Casi un 2% de los vascos vive en la pobreza severa y el 4%, en la pobreza", a secas. "Muchos están mal alimentados o malnutridos", señala. A estos híper no va uno en persona ni lleva lista de la compra. La oferta de productos es muy amplia y varía constantemente. Siempre depende de lo que el banco pueda recuperar entre los excedentes de empresas, mayoristas o almacenistas. César Rodríguez hizo compra el viernes por la mañana para los adolescentes del hogar El Saltillo en el local que el Banco de Alimentos tiene en Mercabilbao. Treintañero, se presenta como "religioso educador" mientras carga en una furgoneta cajas de paraguayos (para el postre), pimientos, coliflores, acelgas, cebollas... Presentan un aspecto similar al que se puede ver en los estantes de un supermercado corriente. Las lechugas, eso sí, parecen algo tristes por fuera. "No son aptas para vender, pero si quitas esas pocas hojas están perfectas para el consumo", advierte Nicomedes Charterina, el encargado de la sección de frutas y verduras de este híper solidario. Pone cara de pícaro mientras cuenta que, como tuvo durante 25 años un autoservicio, se maneja estupendamente en el mundillo del mercado de abastos bilbaíno. Él se encarga de hacer la ronda por los puestos y apalabrar la recogida de todo aquello a lo que los tenderos no pueden dar salida. Charterina apunta cuidadosamente qué recibe de cada empresa donante y qué da a cada asociación. "Como sé cuánto tenemos y cuánto necesita cada una, le doy dos cajas o siete", explica. Los productos no perecederos -arroz, aceite, tostadas, legumbres, potitos... de todo- se reparten en una nave industrial en Basauri. El Banco de Alimentos (94.449.92.58) reparte lo que recupera entre unas 60 asociaciones de presupuesto ajustado. Rodríguez, el educador, cuenta que desde que hace un año contactaron con el banco tienen más dinero para comprar ropa a los chavales o "hacer algún que otro exceso, como llevarles al cine". Sus cuentas lo han notado. "Antes gastábamos como 5.000 pesetas a la semana en fruta y verdura, ahora basta con gastar mil o 2.000 semanales". Las magnitudes que maneja el banco -"apolítico, aconfesional y sin ánimo de lucro"- son enormes. Hace no mucho una empresa le donó 100.000 litros de leche, un volumen que se dice pronto pero que exige una puntillosa logística de distribución. Las mil toneladas de excedentes que este año distribuirá entre 4.000 vascos ocuparían 50 camiones y costarían en el mercado 200 millones de pesetas. "Todo hubiese ido a la basura", dice García Lapeña, que da otro dato significativo: deshacerse de los excedentes sale más caro que donarlos. El banco los recoge allá donde estén. Javi, 25 años "interno" de Proyecto Hombre, también estuvo el viernes cargando provisiones. Saber de la experiencia de otros es una de las vías por las que se entra en el engranaje. "Si no nos comemos todo, lo llevamos a un asilo que tenemos cerca. Ya les he llevado los papeles". Para entrar en el banco hay que pasar un examen: "Analizamos qué subvenciones recibe la asociación, a qué personas atiende y decidimos", explica el presidente, un ingeniero industrial prejubilado, que también es responsable de que se abriera el primer banco de alimentos en Euskadi. Fue hace tres años en Vizcaya. Ahora existe uno por provincia. Veinticinco voluntarios y diez objetores mueven los hilos de este entramado que lucha a pie de calle contra el despilfarro y, también a pie de calle, trabaja en fomentar la solidaridad entre la mayoría que vive bien. Hay quien cree que esta guerra se acabará ganando. Pero por razones económicas: "A las empresas les interesa". El voluntario que lo dice está convencido.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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