Seísmos a lo largo del Mediterráneo
Los terremotos de Turquía y de Grecia están relacionados, pero no se propagarán hasta la península Ibérica
En la madrugada del 17 de agosto pasado, los habitantes de la ciudad turca de Izmit sintieron cómo todo se destruía a su alrededor. La tierra que consideramos siempre como algo sólido y estable tembló con fuerza destruyendo edificios y causando ingentes pérdidas de vidas humanas. Las frías cifras hablan de 15.135 muertos y un número similar de desaparecidos. El 7 de septiembre se produjo un terremoto en Grecia cerca de Atenas que causó algunas víctimas e importantes daños materiales. Inmediatamente surge la pregunta: ¿fue causado este terremoto por el de Turquía? Y una pregunta posterior: ¿seguirán produciéndose terremotos hacia el oeste a lo largo del Mediterráneo hasta llegar a la península Ibérica?
La ciudad de Izmit está situada en el extremo occidental de la península de Anatolia. A lo largo del norte de esta península se encuentra la falla del norte de Anatolia, una enorme fractura de cerca de 1.000 kilómetros de longitud en la que el bloque de Anatolia se mueve hacia el oeste. La peligrosidad sísmica en esta zona es muy alta y terremotos de magnitud mayor de 7 en la escala de Richter tienen lugar con relativa frecuencia (aproximadamente cada 20 años). El extremo occidental ha sufrido este tipo de catástrofes en 1754 y 1894 en la misma ciudad de Izmit, en 1957 en Abant y en 1967 en Mudurnu, ciudades cercanas a Izmit. Aunque la mala calidad de la construcción ha sido probablemente la causa del número tan alto de víctimas, un terremoto de esta magnitud cerca de una ciudad difícilmente puede dejar de producir enormes daños. Es normal que un terremoto tan grande (magnitud 7.8) sea seguido de réplicas de menor magnitud, pero que también causen daños en las estructuras ya debilitadas, como el terremoto del 13 de septiembre, durante hasta un año después.Para contestar a la pregunta de si se producirán terremotos más hacia el oeste, hay que tener en cuenta la situación tectónica de la región. De acuerdo con la teoría de la tectónica de placas, los terremotos son causados por el movimiento relativo de las placas de la litosfera y tienen lugar predominantemente en sus márgenes. El Mediterráneo está cruzado de oeste a este por el margen entre la placa de Eurasia al norte y la de África al sur. Actualmente estas dos placas colisionan entre sí en dirección NW-SE con una velocidad media entre tres milímetros y un centímetro por año.
Desplazamientos
Al extremo oriental, la placa de Arabia se desplaza hacia el norte y como una cuña expele la pequeña placa de Anatolia hacia el oeste. La placa de Anatolia se mueve así hacia el oeste a lo largo de la falla que ya hemos descrito y en la que tuvo lugar el reciente terremoto. La presión de Anatolia sobre Grecia es acomodada en deformaciones y fracturas de diverso tipo. Finalmente en Grecia el movimiento hacia el oeste produce un giro hacia el suroeste y un choque con la placa africana en la que el material de esta placa se introduce por debajo en lo que se llama una zona de subducción en el Arco Helénico.
Es probable, por lo tanto, que en el terremoto de Atenas hayan influido los esfuerzos producidos por el movimiento hacia el oeste de la placa de Anatolia consecuencia del terremoto de Turquía. La litosfera terrestre en zonas sísmicamente activas puede estar en un estado crítico, en el que un pequeño incremento en el estado de esfuerzos puede desencadenar un terremoto más o menos grande.
Grecia y Turquía, como se ve en la figura, están tectónicamente relacionadas. La situación en la península Ibérica es distinta. La migración de terremotos a lo largo del Mediterráneo nunca ha sido demostrada claramente. El límite de placas en el Mediterráneo es muy complejo y cambia varias veces de dirección.
La península Ibérica está situada en el extremo occidental, lejos por lo tanto de los procesos del extremo oriental y separada de ellos por la compleja situación de la península Itálica, el Adriático y el arco de Sicilia-Calabria. El sur de la península Ibérica se ve más afectado por la gran falla de Azores-Gibraltar, de movimiento similar a la de Anatolia, a lo largo de la cual Eurasia se mueve hacia el este con respecto a África. En esta falla se producen también grandes terremotos (magnitud mayor de 7) como los de 1755, 1941, 1969 y 1975 que afectan, sobre todo los más cercanos a Gibraltar, el suroeste de la península como lo hicieron los de 1755 (terremoto de Lisboa) y 1969. Sin embargo, estos terremotos no produjeron un efecto inmediato en las fallas del sur de España, aunque no es descartable que lo hagan el el futuro.
La situación de la península Ibérica en el borde de placas entre África y Eurasia determina la existencia en ella de zonas sísmicamente activas. Este borde se extiende en el Atlántico hasta las islas Azores. Al oeste del golfo de Cádiz, se encuentra el extremo oriental de la falla de Azores-Gibraltar en la que sucedió el gran terremoto de Lisboa de 1755 y el más reciente de 1969 que se sintió en Madrid.
Ya en la península está la región que forma parte más directamente del borde de placas y cuya zona más activa está limitada al norte por el accidente Cádiz-Alicante y al sur por el norte de Marruecos. Toda esta región está cruzada por una serie de fallas en las que han sucedido grandes terremotos, con una magnitud entre 6 y 6,5, que causaron importantes daños materiales y pérdidas de vidas. Los más conocidos son los de Alhama de Granada en 1884, Torrevieja en 1829 y Málaga en 1680. En esta región se suceden continuamente terremotos de pequeña magnitud que ocasionalmente llegan a magnitud 5 y pueden producir algunos daños. Otra región sísmicamente activa pero de menor intensidad es la del Pirineo, con ocasionales terremotos que pueden llegar a magnitud 6, y también, aunque con menor frecuencia, Galicia y el sistema Ibérico. En conclusión, la península Ibérica está situada en el margen entre Eurasia y África; este margen no está limitado a una línea estrecha bien definida, sino que se extiende por una región relativamente amplia en la que la sismicidad varía de unas zonas a otras.
Agustín Udías es catedrático. Departamento de Geofísica y Meteorología. Universidad Complutense.
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