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China prepara una nueva ley de natalidad que permitirá tener un segundo hijo

La actual restricción a un solo niño provoca asesinatos de niñas y tráfico de bebés

China está dispuesta a acabar con su política del hijo único que lleva veinte años dando lugar a frustraciones y disimulos familiares y generando atrocidades como abortos forzosos en avanzado estado de gestación, esterilización de madres, asesinatos o abandonos de niñas recién nacidas y tráfico de bebés. El Gobierno de Pekín prevé de aquí a tres meses la votación en el Parlamento de una nueva ley que, con toda probabilidad, permitirá tener dos hijos a las parejas compuestas por dos personas sin hermanos, o a las que tengan un niño con minusvalías.

"Es más una legalización que una modificación de la política general", comenta una fuente cercana a la Comisión de Planificación Familiar, que pretende evitar que la noticia produzca una acumulación incontrolable de nuevos nacimientos.¿Sabia prudencia política o reconocimiento de una evidencia? Si bien es cierto que esta política de natalidad lleva aplicándose 20 años sin haber sido nunca objeto de ninguna ley ni consulta a la Asamblea Nacional Popular, ha conocido muchas exenciones. Desde 1986, pueden tener un segundo hijo los padres pertenecientes a ciertas minorías étnicas y las familias campesinas que hayan tenido un hijo o hija con minusvalías. A los habitantes de ciudades que tenían dos hijos se les siguen imponiendo multas equivalentes a tres años de los sueldos del padre y la madre juntos y a un despido fulminante. Es decir, la marginación social.

Pero, últimamente, se ha autorizado a tener un segundo hijo a algunas parejas formadas por hijos únicos. Así pues, legalizar estas exenciones equivale a oficializar y a generalizar la flexibilización de una política familiar que se aplica de forma discriminatoria y da lugar a la corrupción generalizada entre los responsables locales de la Comisión de Planificación Familiar.

"Como a partir del 2005, en teoría, no habrá más generación que la de los hijos únicos en edad de procrear, la política del hijo único se aplicará a un número cada vez menor de parejas", señala un observador en Pekín.

El origen de esta flexibilización es la toma de conciencia en medios de Pekín de que la política del hijo único a la larga iba a poner a China es una situación demográfica insostenible. En teoría, si dos hijos únicos no traen al mundo más que un solo hijo, la población china se reduciría a la mitad en pocas décadas. La realidad es que, como la política del hijo único no se ha respetado en el campo, donde viven entre 700 y 800 millones de personas, la población sigue creciendo en al menos 20 millones de personas al año, y el índice de fecundidad es actualmente de 2,1 hijos por mujer.

Y China, que se dispone a comenzar un nuevo censo, debería contar con algo más de 1.300 millones de habitantes en el 2000 y con unos 1.600 millones en el 2050. Todo esto según los cálculos oficiales, ya que tras las inundaciones del verano de 1998, las autoridades se quedaron estupefactas cuando descubrieron que había muchas familias que vivían a la orilla del Yang Tse con 5 o 6 hijos, la mayoría de ellos sin inscribir. Aunque la política del hijo único sólo se ha aplicado en serio en las ciudades, donde la vigilancia es más factible, todo el mundo sabe que en esas enormes aglomeraciones superpobladas se están gestando situaciones sociales explosivas. Las grandes empresas públicas que hasta hace poco aseguraban la jubilación de sus antiguos asalariados ya no desempeñan el papel de red de seguridad. De manera que cada hijo único tendrá que mantener a su padre, a su madre y a sus cuatro abuelos. Es lo que se llama el síndrome 1, 2, 4.

En China, ya hay cerca de 80 millones de personas de más de 60 años; en el 2050, serán 300 millones, lo cual significa que, para entonces, no quedarán en el país más que 3 trabajadores por cada ciudadano pasivo, mientras que ahora hay 10.

Pero las inquietudes de los demógrafos y antropólogos también abarcan un aspecto menos cuantitativo: la psicología de los llamados "pequeños emperadores", niños únicos muy mimados, a menudo obesos, formados en escuelas privadas de élite para convertirse en los dragones del próximo milenio. "Son niños que no obedecen a sus padres, no soportan la menor contrariedad y no hacen nada sin recompensa inmediata", dice un psicólogo infantil de la facultad de educación de Pekín.

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