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Paradojas de un artista

Diego A. Manrique

Máximo defensor de su derecho a la contradicción, David Bowie ha montado una estruendosa operación tecnológico-mediática para que el mundo sepa que su nuevo disco es el primer lanzamiento que se podrá bajar en su integridad, previo pago, vía Internet. La paradoja mayor consiste en que ese trabajo, Hours..., supone la negación de la ruta que ha tomado en los años noventa, que tan dolorosa resultó para muchos de sus fieles. En vez de fantasías cyberpunk o experimentos inspirados por Burroughs, Hours... representa una recuperación de la canción pop y los arreglos de rock dramático tal como Bowie lo practicaba a principios de los setenta.El intérprete puede señalar modernidades en la textura sonora, pero el irresistible gancho de Hours... reside en sus opulentas melodías, en la doliente guitarra de Reeves Gabrels, en el tono quejumbroso del cantante. Bowie se ha esforzado en negar que se trate de una obra autobiográfica, pero suena a arte vivido. Naturalmente, insiste en que los textos son meros ejercicios literarios, pero que está dispuesto a aceptar que la proximidad del fin del milenio justifica un cierto tono de evaluación de la realidad presente, de iconoclastas a punto de saltar la barrera del medio siglo.

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