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Ingmar Bergman recuerda su juventud de admirador de Hitler

Vuelve la polémica sobre la falsa neutralidad de Suecia durante la II Guerra Mundial

Las declaraciones del director de cine y teatro y escritor sueco Ingmar Bergman, recogidas por el diario Expressen, en las que recuerda su admiración por Hitler y el nazismo en los años de su juventud no han alterado la paz del cineasta en su soledad de Farö, la isla de Gotland donde pasa la mayor parte de su tiempo. Sí, en cambio, la ha alterado la anunciada reedición de Honor y conciencia, sobre la falsa neutralidad del país en la II Guerra Mundial.

Las nuevas declaraciones de Ingmar Bergman sobre su abierta admiración por Hitler en sus años de pubertad han tenido más resonancia en el exterior, y en Suecia han puesto una vez más el dedo en la herida de un pasado no muy lejano que, para vergüenza de muchos, se ha ido abriendo camino no sin dificultades: la connivencia de Gobiernos, hombres de negocios e incluso ámbitos académicos con el nazismo. Ya en su autobiografía, Linterna mágica, publicada a finales de los ochenta, un libro en que su autor ofrece una visión descarnada de su vida, Bergman relata que "mi padre era un hombre de ideas ultraderechistas. La gran amenaza eran los bolcheviques, que eran el objeto de nuestro odio. Nuestra familia tenía una casa de verano, y había un vecino judío que tenía una modesta vivienda en la playa. Una noche", relata Bergman, "mi hermano y algunos de sus amigos pintaron una cruz gamada en las paredes, y yo, "cobarde de mierda", escribe, "no me animé a decir ni una palabra sobre esto".

En el verano de 1936, Bergman fue enviado a la ciudad alemana de Haina, en un programa de intercambio estudiantil, alojándose en la casa de un pastor luterano.

"Toda la familia era ardiente partidaria de Hitler, y un acontecimiento importante era la reunión del partido en Weimar, en la que Hitler pronunciaba el discurso central". "Hitler", prosigue Bergman, "tenía un carisma extraordinario que electrizaba a la multitud. Éste es un recuerdo que ha quedado grabado en mí a través del tiempo".

Las simpatías del cineasta por el nazismo, que veía como una ideología idealista, permanecieron después de que estallara la guerra. Incluso hasta el punto de considerar que la resistencia de los patriotas noruegos y daneses contra la ocupación era un error porque creía que Hitler sólo quería protegerlos del comunismo soviético. Cuando, terminada la guerra, se fueron conociendo las atrocidades cometidas por los nazis, Bergman confiesa que no las quería creer y que pensaba que era propaganda instrumentada por los aliados.

"Cuando la verdad lo confirmó yo no quería creerlo", dice, "fue un trauma brutal que me despojó de un golpe de mi inocencia".

Bergman, que siempre se declaró desinteresado de la política, que nunca fue un asunto que se reflejara en su abundante filmografía, y que a lo sumo se declaró alguna vez socialdemócrata, hizo después declaraciones sobre el tema de sus viejas simpatías nazis a la periodista y escritora sueca María-Pía Boethius, que ha investigado durante muchos años la historia de Suecia en relación con el nazismo, y reunió en un libro, publicado en 1991, con el título de Heder och samvete (Honor y conciencia), el fruto de esas investigaciones. Sus conclusiones fueron criticadas por algunos círculos del país que se resisten a que la verdadera historia se abra camino.

Oportunismo sueco

El libro de Boethius va a ser publicado en las próximas semanas en una edición corregida y aumentada, lo que ha traído de nuevo a la polémica cosas que muchos quisieran mantener bajo la alfombra. "Cuando la editorial Ordfront me propuso la reimpresión de Heder och Samvete, declara la autora, decidí reescribirlo. Muchas cosas han pasado desde su primera edición, en 1991, y mucho de lo que yo dije entonces y tuve que defender, hoy es aceptado por todos. No debe haber nadie en la Suecia de hoy que sostenga la versión de que el comportamiento del país durante la Segunda Guerra Mundial fue el de un país neutral. El escándalo en torno al asunto del oro de los judíos ha hecho que muchos adquieran conciencia del oportunismo sueco durante la guerra", declara Boethius en un comentario periodístico. Ingmar Bergman fue víctima de un entorno familiar y social de fuerte adoctrinamiento anticomunista y reconoció su error con toda honestidad. Pero hay otros cadáveres en los guardarropas suecos que nadie quiere mostrar y que las declaraciones del cineasta vuelven a poner de incómoda actualidad.

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