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Turismo: sube y sube y sube

La favorable situación económica internacional que se viene experimentando en los últimos años ha tenido un impacto indudable en el progreso del sector turístico valenciano, dado que su modelo es totalmente dependiente de la travesía experimentada por la economía española y por la de los países más próximos y desarrollados de Europa, que constituyen conjuntamente su clientela turística de referencia y, en consecuencia, su principal fuente de ingresos. A lo anterior se unen los beneficios derivados de la ubicación de la Comunidad Valenciana en el denominado Arco Mediterráneo, macroregión que desde hace ya una década está obteniendo los mayores ritmos de crecimiento económico, merced a su conexión con los ejes europeos donde radican actualmente las principales concentraciones de población y de renta, lo que le proporciona a su vez un segmento amplio de visitantes potenciales. Ese escenario, estrechamente vinculado a la fase expansiva del actual ciclo económico, ha relajado entre ciertas industrias, como ha ocurrido en el caso del sector turístico valenciano, el análisis de las expectativas de dicho sector desde una perspectiva de capacidad competitiva del modelo promovido y de su fundamental producto básico y estrella a un mismo tiempo: el sol y playa, tras haberse alentado el turismo como área de especialización económica, la cual proporciona hoy una parcela con personalidad propia en el espacio valenciano, dentro de la fuerte terciarización económica que distingue actualmente a la Comunidad Valenciana. Gracias a todo ello, la Comunidad Valenciana ha logrado identificarse con un modelo turístico afincado en atributos naturales (fundamentalmente horas de sol y calidad de sus playas), a los que en sus orígenes sumó unos precios altamente competitivos, que continúan en la actualidad ejerciendo todavía el papel de ventaja comparativa clásica, edificándose a partir de todo ese caudal un emporio de orden turístico, plenamente integrado en el sentir mediterráneo, que absorbe cerca del 17% de la oferta turística española. Las características y circunstancias que distinguen ese modelo turístico valenciano en el momento presente, recomiendan la oportunidad de articular una política sectorial claramente definida, que deberá dirigirse a atender las principales urgencias del turismo, superando por fin el discurso de las macrocifras en permanente peregrinación hacia la cumbre de los éxitos contabilizados, a base de mucha fe, por los cómputos proporcionados por juicios de valor sistemáticamente identificados a priori con excelentes marcas registradas por los turistas que nos visitarán año tras año. Entiéndase de lo dicho lo paradójico que resulta que, a pesar de encontrarnos en los umbrales de un nuevo siglo marcado por una tecnología mutante hacia retos crecientes y constantes, y donde las tecnologías de la información han revolucionado el panorama competitivo empresarial, en turismo se siga inventando, no en el sentido que lamentablemente despreciara Unamuno, sino proponiendo resultados fruto exclusivamente de una imaginación divorciada del conocimiento científico sobre las herramientas habilitadas por las ciencias sociales con objeto de resolver tales desafíos. Congratulémonos, no obstante, de que tal proceder no sea habitual entre las estimaciones que se manejan sobre cuestiones más comprometidas para el conjunto de la ciudadanía (precios, salarios, etc.). ¡A Dios gracias! en aquellos ámbitos donde la información estadística vincula otras decisiones de calado y compromiso serio para los responsables políticos, se ha mantenido el papel reservado siempre al avance de la ciencia aplicable e inherente a cualquier entorno de actuación pública y privada, de manera que se reduzca el riesgo de incurrir en desatinos ante la sociedad a la que precisamente se trata de servir con tales cálculos. A partir de lo anterior, subrayar que la inercia habitual en el radio estricto de la actuación turística pública valenciana es la intuición estadística, lo que explica que se puedan inferir aumentos del turismo regional para este año de un "no sé sabe cuantos por cien", es indiferente, las cifras no van a ser cuestionadas mientras no exista un sistema estadístico que permita una auténtica medición de los resultados de una campaña turística. En esa dinámica, se da la circunstancia de que lo único que al parecer se persigue son resultados globalmente favorables; es decir que se obtengan registros a muy corto plazo (inmediatos) mejores, deduciéndose de tal proceder que a la postre resulta baladí si los logros del año turístico son un 2, un 4 o un 8% más elevados, ya que no se está planteando el crecimiento sostenido y estable de la actividad. Hoy se piensa entre determinadas opciones empresariales, claramente diagnosticadas y definidas, en recortar el cupón de la inversión efectuada en un pasado en muchos casos demasiado distante. Sin embargo, el crecimiento importa e importa aún más el cualitativo, por ser en el que descansa el auténtico futuro de esta actividad, ya que ese aumento se traduce en ingresos reales para la economía valenciana y en incrementos del empleo; que, además, constituyen la fuente de vida de numerosos municipios a través de futuras inversiones y de viabilidad de proyectos. Por eso, el turismo debe ser objeto de investigación con rigurosidad, de tal modo que, por un lado, se aporten datos veraces susceptibles de respaldar las decisiones que serán la fuente de prósperos negocios, al tiempo que, por otro lado, coadyuvan, complementariamente, en el acopio de indicios sobre la problemática que afectará irremediablemente a las empresas menos competitivas, pudiendo así facilitar la reorientación de negocios condenados desde la desinformación al fracaso. El resto de elucubraciones no dejan de ser fruto de la ignorancia y del desprecio por lo que se desconoce, de nulo efecto en la realidad económica y de empresa, lo cual explica que las estimaciones, de corte rappeliano, difundidas sobre el crecimiento del turismo valenciano en un 7% para 1999 (EL PAÍS, 2/7/99; pág. 10 edición de la C. Valenciana), pasen inadvertidas en los resortes de la economía turística real y tan sólo incidan en el espectro nominal público de la actividad turística valenciana. Empero, no debe menospreciarse o ningunearse alrededor de la inexistencia de una mínima seriedad en las estimaciones que inciden en el sector turístico, dado que, a la postre, son fuente básica de decisiones estratégicas en favor del propio turismo. Como ocurre en cualquier otra actividad económica, donde la información -y la estadística es una parte sustancial de la información- desempeña un protagonismo esencial en la toma de decisiones. Adviértase, en ese sentido, que en el seno de la actividad turística valenciana no ha sido elaborado hasta la fecha un sistema estadístico regional que imprima unas mínimas dosis de rigor a las evaluaciones que afectan al sector turístico y, antes o después, se pagará tanta frivolidad. Al tiempo.

Vicente M. Monfort Mir es profesor de Organización y Gestión de Empresas Turísticas en la Universidad Jaume I de Castellón.

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