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FLAMENCO / FESTIVAL HOMENAJE A FOSFORITO

El adiós del maestro

Ya al final, cuando el homenajeado Antonio Fernández Díaz, Fosforito, salió a hacer los dos cantes que previamente había prometido -"al margen de como yo pueda cantar, les dejo a cachitos mi corazón"-, se sentó junto a Habichuela, compuso esa postura tan digna y clásica de cantaor a que nos tiene acostumbrados y empezó por soleá apolá. En tanto Carmen Linares regresaba de Albacete, adonde había ido a cantar. Fue noche de soleares para un maestro que siempre sobresalió por ese palo. Es uno de los estilos fundamentales de lo jondo, y todos lo hicieron, menos Vicente Soto, que hizo el romance por soleá. En general, salvo pequeñas incidencias en las que, obviamente, no voy a entrar dado el carácter de homenaje a favor de un compañero, fue noche de cante excelente en apoyo de un maestro de cantaores que ha sido figura de primer rango desde mediados de los años cincuenta.

Homenaje a Fosforito (1)

Cante: Paco del Pozo, Chano Lobato, José Menese, Vicente Soto, Perlita de Huelva y Carmen Linares. Toque: Jerónimo, Juan Habichuela, Antonio Carrión, Paco y Miguel Ángel Cortés. Madrid, Conde Duque, 3 de septiembre.

Noche de cante excelente, repito. Actuaciones muy serias y tremendamente responsables de todos los participantes. Correcto Paco del Pozo, ganador de la Lámpara Minera de La Unión en 1997, aunque demasiado hablador. En su salsa Chano Lobato, siempre volcado. Formidable Menese, en los géneros de gran dificultad que a él más le gusta. Estupendo Soto, con las siguiriyas de su antepasado Paco la Luz como bandera. Apresurada Carmen Linares, que llegó pasadas las doce de la noche corriendo desde Albacete.

Apagafuegos

Se habla mucho de la solidaridad de los flamencos cuando se producen festivales como éste, pero me parece que no todo lo que en torno a ellos acontece es digno de aplauso. José Mercé, por ejemplo, se había comprometido para esta actuación meses antes, confirmándola, pero a dos o tres días de la fecha la canceló por imperativo de un contrato de trabajo. Y Carmen Linares tuvo esperando al personal más de la cuenta, teniendo Fosforito que salir de nuevo a cantar en una función de "apagafuegos" -fue su expresión- que a él no le correspondía. Durante varias décadas de cante, Fosforito ejerció magisterio que siguieron las generaciones más jóvenes, y se mantuvo como ejemplo de profesionalidad en un arte que hoy ejercen con cierto confort, pero que en aquellos tiempos era mucho más complicado y menos gratificante en todos los sentidos. Hoy, Fosforito ha llegado a asumir que las condiciones físicas son fundamentales para cantar, y que le ha llegado la hora de dar un paso atrás y dejar esa primera línea de la profesión a la que entregó todo su ser. Pienso que le ha costado mucho tomar esa decisión, pero las circunstancias son las que son.

Cuando salió a cantar, Fosforito ya advirtió que no sabía cómo le respondería la voz, pero que sí sabía que pondría todo el corazón. Y lo puso. Cantó con todas las fatiguitas del mundo, pero rompiéndose y con grandeza, y transmitió a la audiencia emoción a raudales. Una audiencia entregada, desde luego, que llenó el Conde Duque y prodigó al maestro exclamaciones de cariño y de aliento.

Después de la soleá, Fosforito dijo adiós por tarantos, una letra suya muy conocida y tremendamente desgarrada que pareciera hecha como anillo al dedo para la ocasión: "Y es que ya no puedo más,/ las fuerzas me están faltando,/ y es que no puedo más,/ ni siquiera este taranto/ voy a poder terminar,/ por eso canto llorando".

Creo que las lágrimas no llegaron, pero el público vivió ciertamente unas horas de pasión y gratitud hacia el maestro que hoy se despide del cante, Antonio Fernández Díaz, Fosforito. A quien no olvidaremos aunque dejemos de verle en los escenarios.

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