La sequía está ahí

Parecía que el último ciclo lluvioso cerraría de momento el capítulo de la sequía, tan recurrente en nuestra climatología. Pero en realidad la sequía nunca se fue, simplemente se agudiza de tanto en tanto, como ha sucedido en el último año hidrológico, uno de los más rácanos en precipitaciones en el último medio siglo. Cuando sus efectos se hacen visibles en daños a la agricultura y a la ganadería o en la dificultad de abastecimiento a las poblaciones se percibe la insuficiencia del compromiso de los poderes públicos con la gestión eficaz de un recurso básico para el desarrollo económico y social como es el agua, así como el frívolo relajo social en su consumo cuando parece que abunda.Una vez más, como sucedió en los momentos más críticos del anterior periodo de sequía, finalizado en 1995, las alarmas se han disparado ante la eventualidad de un nuevo ciclo largo de baja pluviosidad. La ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino, ha presentado un informe en el último Consejo de Ministros. Su diagnóstico no difiere del emitido por algunos antecesores en ocasiones parecidas: "La situación es preocupante, aunque no hay motivo para una alarma generalizada". Pero este mensaje tranquilizador, más político que técnico, no puede ocultar que con las reservas embalsadas actuales puede generalizarse la alarma no sólo en el campo sino en la ciudad si persiste la escasez de precipitaciones.

El mensaje de la ministra tendría más fundamento y sería más creíble si hubiera puesto más empeño, ella y sobre todo el Gobierno, en sacar adelante el Plan Hidrológico Nacional (PHN) en esta legislatura, como prometió el PP cuando estaba en la oposición. Torpedear el proyecto de otros, como sucedió con el que había presentado el ministro Borrell en la anterior legislatura, sólo tiene justificación política si se tiene uno propio y se es capaz de sacarlo adelante. Pero Tocino ha reconocido que esta legislatura concluirá sin PHN debido a "condicionantes externos". Será difícil, no obstante, que existan momentos más propicios que los tres primeros años del Gobierno del PP, con los embalses a rebosar y sin guerras del agua, para acometer la ingente tarea política de armonización de intereses entre sectores y territorios que exige la elaboración de un plan que todos califican de pieza central de la política del agua para el futuro.

Pero no sólo concluye una nueva legislatura sin disponer de esta pieza central de la política del agua, temeroso quizás el Gobierno de embarcarse en una negociación política y territorial que desata pasiones. En los tres últimos años se ha hecho muy poco, o nada, en obras de infraestructura para aumentar los recursos hídricos y, por tanto, para afrontar en mejor situación los efectos de la sequía. El presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, ha señalado que la capacidad de embalse de esa comunidad autónoma no ha aumentado ni un solo metro cúbico desde marzo de 1996. Un país de escasos y mal distribuidos recursos hídricos como España no puede seguir desatendiendo por más tiempo tres aspectos básicos para una política del agua seria y de largo alcance: el trasvase de las zonas excedentarias de agua a las deficitarias, el reciclaje de las aguas residuales para usos industriales y agrícolas, y el establecimiento de unas tarifas más acordes con el coste real de un bien escaso pero cuya demanda aumenta vertiginosamente.