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Desconcierto educativo

JULIO SEOANE En Valencia o en Nueva York, este final de siglo también está demostrando el fracaso generalizado de las instituciones educativas en todos sus niveles. Contagiada en su conjunto por el éxito inicial de una escolarización industrializada, la enseñanza obligatoria, gratuita y generalizada o universal, está sufriendo actualmente todo tipo de perversiones. El carácter obligatorio conduce actualmente a la violencia. Encerrados en grandes naves industriales, con un objetivo difuso y con enormes tensiones sociales, las escuelas de Estados Unidos se convierten en fortalezas para evitar nuevas masacres. En Inglaterra se legisla sobre el castigo corporal como método pedagógico. En España tampoco estamos escasos de esa violencia, aunque se manifiesta principalmente en tensiones organizativas; cinco mil maestros descolocados en Valencia el primer día de clase, enfrentamiento entre planes de estudios, guerra de libros y de precios. El carácter gratuito nos conduce de lleno al negocio de la enseñanza. Libros prefabricados o de diseño para el lucro de instituciones diversas. La concertación de la enseñanza privada que genera el desconcierto de la pública. La aparición del funcionariado no como estilo de vida sino como negocio de por vida. El carácter general o universal de la enseñanza, la inclusión de todos en abstracto, pone cada vez más de manifiesto la multiplicidad de excluidos en la educación. Excluidos por grupos y por temas. Por eso surge la reivindicación de la enseñanza de la tercera edad, del derecho de las minorías, de los disminuidos, de las lenguas nacionales, la enseñanza contra la violencia de género. La publicidad, más eficaz que la escuela, lo dice claramente: qué importa que sepas física o matemáticas si no respetas un semáforo y pierdes la vida. El derecho a la educación se amplía por grupos y por temas. La ciudad de Valencia nos proporciona un gran ejemplo. Su publicidad dice "Edúcalos, es tu responsabilidad". Se refiere a los animales, pero podemos entenderlo en general. Los animales domésticos fueron agrarios, cuando ayudaban a las tareas del campo; luego fueron víctimas de la industria, cuando sirvieron a la experimentación y a la producción industrial de alimentos. Ahora se introducen en la sociedad de servicios, y tienen el papel de acompañantes, de asistentes emocionales. Por eso necesitan educación, para negociar su violencia y la nuestra. Mosterín ya les adjudica derechos (¡Vivan los animales!), mientras que Savater aconseja la piedad por ser compañeros de existencia. Rita Barberá, más pragmática y utilitaria, no entra en la discusión y se limita a exigir la responsabilidad de educarlos. El final de siglo nos muestra el fracaso de las grandes instituciones educativas, jerarquizadas y autoritarias, auténticos monstruos no del instinto sino de la razón. Las instituciones educativas fueron primero racionalizaciones del Estado, ahora pretenden privatizarse sin dejar de ser monstruos de la sociedad industrial. El futuro está en el lema "Edúcalos, es tu responsabilidad", ya sean animales, hijos, adultos, mayores o minoritarios. Las instituciones al mínimo necesario y la responsabilidad ciudadana al máximo. Y no sólo en educación, sino también en salud, en ciencia o en planificación social.

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