El ex cantante de Soundgarden huye del "grunge" en su debú en solitario
Chris Cornell presenta "Euphoria morning", un disco ecléctico
El ex cantante de Soundgarden, una de las bandas más arriesgadas y experimentales de la escena grunge, vuelve a la carga en solitario. Acompañado de su guitarra acústica y de un sutil colchón de sonidos tecnológicos, se lanza a la arena con un disco ecléctico, denso y algo más clásico que anteriores trabajos; 12 temas con enjundia, duros de roer en una primera escucha, ricos en matices en las sucesivas. El rock recupera así a un talento de notables facultades vocales y a un compositor inquieto. En su regreso, Cornell, de 35 años, reivindica a los Beatles más psicodélicos: "Y si a alguien le extraña, que escuche Helter Skelter", dice.Kurt Cobain, de Nirvana; Eddie Vedder, de Pearl Jam, y Chris Cornell, de Soundgarden. Un triángulo que revolucionó a principios de los noventa la escena musical y del que sólo quedan dos vértices. "La muerte de Cobain me dolió como a cualquier otro fan. Me afectó personalmente. Pensé en cómo quedaba segado su futuro como artista". Sentado en el sofá de la suite El Prado de un céntrico hotel madrileño, Cornell no despega de sus labios la boquilla blanca que usa para fumar. Guapo, sereno, inteligente, rockero y muy tímido, esconde sus palabras tras los mordisqueos que recibe ese intermediario entre la nicotina y sus pulmones. "El grunge nunca existió, no fue un movimiento", sostiene Cornell. "Éramos cinco o seis bandas muy distintas entre sí, aunque procediésemos todos de Seattle. Tocábamos los unos con los otros, pero un movimiento es algo más que eso: llamar a tus amigos para tocar en un bar no supone ningún avance filosófico en la música popular".
El éxito
Soundgarden se disolvió en abril de 1997, poco después de alcanzar un gran éxito con Black hole sun, una canción que ensanchó su audiencia. "Llevábamos mucho tiempo juntos. Diez años. Tuvimos la sensación de que ya era suficiente. No nos disolvimos a causa del éxito. El éxito para nosotros fue una sorpresa, no una presión". Cornell se encerró entonces a componer en solitario con su guitarra y llamó a los productores Alain Johannes y Natasha Schneider para grabar en un estudio de Los Ángeles. El resultado, Euphoria morning, es un disco sin guitarras distorsionadas, 12 composiciones que van más allá del estrofa-estribillo-estrofa-estribillo y que se edita el próximo 20 de septiembre. Cornell doma en este trabajo sus excesos vocales, los que le permite su impresionante chorro de voz, para recrearse en registros más graves y reposados: los momentos más brillantes llegan cuando desnuda su voz, acompañada tan sólo por un piano o una guitarra. "No sé si llegaré a más gente. Simplemente, supongo que se incorporará gente distinta", dice. No hay concesiones en este disco, que explora paisajes con algún que otro aroma hindú, teñidos del sonido setentero de los legendarios Led Zeppelin y de los Beatles más psicodélicos.
Su gira por teatros y clubes pequeños arranca con cinco actuaciones en Estados Unidos, seguidas de 16 en Europa -única actuación en España, teatro de La Alianza de Poble Nou (Barcelona), 25 de octubre-.
Con sus ojos azules rojillos por las dos copas de champaña que se acaba de apretar, Cornell afirma que las drogas no sirven de apoyo para componer: "Son destructivas. Nunca ayudan. Distraen. Para escribir prefiero encerrarme entre cuatro paredes".
Este jugador de fútbol americano frustrado -"era bajito", "no me gustaban los uniformes, ni recibir órdenes"- declara que "la industria nunca sabe cuál va a ser el próximo hit". Que eso lo decide el público: "Allí está el ejemplo de Led Zeppelin: no tuvieron ningún gran éxito y han pasado a la historia por hacer la música que les apetecía".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.