El regreso de Irelamar
XABIER ZABALTZA A pesar de la celtomanía en la que nos hallamos inmersos desde que se inició el actual proceso de paz en Irlanda del Norte, últimamente no he visto citado en ningún lugar el breve pero sugerente libro de Julio César Santoyo Irlandeses y vascos. Se trata de una obra muy recomendable para todos los amantes de la mitología, céltica, vasca y universal. Nos recuerda el autor que las crónicas medievales hablan de la colonización de Irlanda por los vascos en tiempos pretéritos. El mayor responsable de la difusión de estas leyendas es Geoffrey de Monmouth, autor de la conocida Historia Regum Britanniae, escrita hacia 1136. El cronista galés da cuenta de la gesta de Partholón y los "basclenses", protagonistas de una de las míticas invasiones de la verde Erín. Partholón es la forma gaélica de Bartolomé, pero otras fuentes mencionan el que bien pudiera ser el nombre original de nuestro héroe, Irelamal, al que incluso relacionan etimológicamente con Iruñea (Pamplona). El Leabhar Gabhála o Libro de las Invasiones, la más importante de las sagas mitológicas irlandesas, con erudita precisión, sitúa la llegada de Irelamal a Irlanda en el año 2679 antes de nuestra era y narra cómo su gente exterminó a la tribu de los Fomoraigh tras haberlos vencido en la batalla de Magh Itha. A nuestros antepasados siempre sorprendió la similitud fonética entre los nombres clásicos de España y Portugal (Iberia) e Irlanda (Hibernia). Todavía hoy en día es un lugar común hablar del origen cantábrico de la cultura megalítica en las Islas Británicas, que se desarrolló más o menos en la época en la que supone que existió Irelamal. Incluso Tovar y Mitxelena mostraban su perplejidad ante la existencia de un sustrato común al vascuence y al celta (por ejemplo, euskara adar, irlandés antiguo adarc, cuerno). Si a ello añadimos la existencia de una lengua de origen ignoto en el norte de Escocia hasta el siglo X de nuestra era -el picto-, relacionada (infructuosamente) por Rhys, Guiter y Krutwig con el euskara, tal vez no sea tan descabellado intuir una vía de comunicación entre el Golfo de Vizcaya y el Mar de Irlanda en época prehistórica. Hubo un tiempo, pues, en el que las ideas viajaban desde Vasconia a Irlanda. La tendencia comenzó a invertirse el Lunes de Pascua de 1916, cuando un grupo de fenianos se hicieron fuertes en la administración de correos de Sackville street, en el centro de Dublín, y proclamaron la República Irlandesa. Esa acción, ellos lo sabían, equivalía a un suicidio colectivo. La represión por parte de los británicos fue tan brutal que un enorme sentimiento de solidaridad con los mártires se extendió por la hasta entonces indiferente sociedad irlandesa. Algunos jóvenes abertzales, con Eli Gallastegi a la cabeza, renegando de la anglofilia del nacionalismo oficial, también se sintieron fascinados por el sacrificio de los republicanos goidélicos. La insurrección de 1916, recordada ritualmente cada año en el Aberri Eguna, justo es mencionarlo, significó el agravamiento del conflicto no sólo entre irlandeses y británicos, sino también y fundamentalmente entre irlandeses nacionalistas e irlandeses unionistas. El levantamiento de Pascua condujo directamente al Tratado Anglo-Irlandés de 1921, que sancionó la división de Irlanda entre las zonas de mayoría católica y protestante y provocó la guerra civil en la parte sur de la isla. Partición y guerra civil: tal fue el precio que hubo que pagar por la independencia. En 1916 Irelamal se embarcó de vuelta a su añorada Vasconia. Le ha costado más de ochenta años completar su periplo hasta las riberas del Ega. Dicen que viene en son de paz. Conviene recordar, no obstante, que, según las versiones más antiguas, anteriores al Leabhar Gabhála y a la Historia Regum Britanniae, Partholón es hijo de Bíle, el dios de la muerte, y que el mismo nombre gaélico de su patria, Tír n-aill, "la otra tierra", es también un eufemismo para designar al país de los muertos. No se puede despreciar el valor profético de las leyendas. Los antiguos druidas ya nos han advertido. Si en las llanuras de Magh Itha vuelven a escucharse llantos y gritos de dolor, esta vez no serán de los Fomoraigh.
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