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Reportaje:

Apóstoles de la "disciplina inglesa"

Los directores de 40 colegios privados británicos demandarán al Gobierno por abolir el castigo corporal

Isabel Ferrer

Las escuelas privadas británicas son desde hoy espacios libres de varas, reglas de madera y tiras de goma, clásicos exponentes del método pedagógico más doloroso de todos: el castigo corporal. Abolido éste desde 1987 en el sector estatal, la entrada en vigor de la Ley de Actuación Escolar ha prohibido ahora la disciplina inglesa en los colegios de pago. La medida, aplaudida por pedagogos y asociaciones en defensa del menor, ha provocado las iras de 40 centros protestantes, que piensan demandar al Gobierno ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Según ellos, el Ejecutivo ha pisoteado "el derecho inalienable de los padres a educar a sus hijos como mejor les parezca", y van a pedir justicia fuera del Reino Unido.La mayoría de los colegios privados del país han ido abandonando paulatinamente los bofetones y golpes en las nalgas y nudillos, vestigios todos ellos de una era donde el mal comportamiento infantil era cortado de raíz en las escuelas. Algunos directores abolicionistas habían enmarcado incluso los instrumentos utilizados por sus antecesores como si de una curiosa antigüedad se tratara. Para otros, sin embargo, constituyen la mejor forma de contener a los alumnos revoltosos porque les muestra directamente los límites que no deben sobrepasar.

Phil Williamson, director del centro de secundaria Christian Fellowship de Liverpool, es uno de estos últimos. Abanderado el castigo corporal como medida pedagógica, espera que la demanda contra el Ejecutivo laborista esté a punto dentro de unos diez días. "El Gobierno confunde una bofetada dada con cuidado por un profesor que quiere y respeta al alumno con el abuso de menores. Por eso ha ampliado de forma apresurada una ley pensada para organizar sólo los programas nacionales de estudio", señala. En su colegio, los menores de 10 años son abofeteados cuando se portan mal. A partir de dicha edad, las chicas reciben golpes en la mano, y los chicos, en el trasero.

"No es lo mismo corregir a tiempo un comportamiento anómalo con un golpe razonable que pegar a un niño con crueldad. Lo que pasa es que las asociaciones en defensa del menor han mezclado los términos y han acabado por convencer al Gobierno", continúa. Después de describir a su colegio y a los otros 39 firmantes de la demanda como "cristianos protestantes de distintas denominaciones", subraya también que los padres saben lo que ocurre con sus hijos en las aulas.

"Todos son partidarios del castigo corporal, que evita muchos de los males de los jóvenes de hoy, carentes de modelos válidos". "No pedimos volver a la época de Dickens, donde los vareos eran la norma. Se trata de conservar una disciplina sensata en un marco respetuoso". Según él, el 90% de sus 200 pupilos, de edades comprendidas entre los 4 y los 16 años, jamás recibe un cachete. "Los que son golpeados por un profesor que normalmente les trata bien saben que han rebasado los límites de lo permisible. En realidad, es la mejor forma de convertirles en ciudadanos responsables", concluye.

Para Safe the Children (Niños Seguros), una de las asociaciones benéficas británicas especializadas en la protección de menores, opiniones como ésta confunden a los padres y ponen en peligro a los pequeños. Mientras el Gobierno evaluaba la posibilidad de ampliar la Ley de Actuación Escolar, han aprovechado para popularizar un lema que ha calado hondo: "Un bofetón nunca es cuidadoso", rezan sus publicaciones.

Con el nuevo curso a punto de empezar en todo el país -algunos centros privados han abierto ya sus puertas-, la Asociación de Directores de Secundaria ha querido subrayar también su apoyo al Ejecutivo. "El castigo corporal pertenece a otra era. Está muerto y, a partir de hoy, enterrado del todo. Es una pena que este grupito cristiano siga creyendo que sirve para algo", ha dicho su secretario general, John Dunford. Algunos expertos han sido menos comedidos en su crítica. Rachel Hodgkin, miembro de un grupo de presión partidario de suprimir cualquier forma de castigo físico infantil, ha señalado que pegar no endereza a nadie. "Al final siempre reciben los golpes los mismos alumnos; es un círculo desfasado y vicioso".

Convencidos de lo contrario, Phil Williamson y sus 39 colegas esperan persuadir en breve a los jueces europeos de que sólo padres y profesores, y no los políticos, saben lo que es mejor para formar el carácter de sus pequeños.

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