Razones de la superioridad africana
En las últimas dos décadas, los mediofondistas y fondistas de las altiplanicies del África del Este (etíopes y sobre todo kenianos) vienen mostrando en muchas ocasiones una clara superioridad sobre los atletas blancos. ¿Cuáles son las razones de esta superioridad? Los científicos escandinavos, encabezados por el eminente fisiólogo Bengt Saltin, han estudiado a fondo la cuestión. En sus investigaciones contaron con atletas kenianos del más alto nivel (incluyendo campeones olímpicos o del mundo), pertenecientes la mayoría de ellos a la tribu de los Nandi. Quizás la conclusión más clara de sus estudios es que la increíble capacidad física de estos atletas no es genética, sino que la adquieren durante su infancia y adolescencia, pues durante esos años (desde los 7-8 años de edad) muchos de ellos acostumbran a correr cada día unos 10 kilómetros (de casa a la escuela y de la escuela a casa), y además a una alta intensidad (alrededor del denominado umbral anaeróbico). Tantos años de duro entrenamiento les confieren un altísimo consumo máximo de oxígeno o VO2max (entre 80 y 85 ml/kg/min), tan sólo superado por el de los mejores esquiadores de fondo, y la capacidad de correr a muy altas intensidades (cerca del 100% de este VO2max) durante muchos minutos acumulando menor cantidad de ácido láctico y amonio en la sangre (este último es un metabolito tóxico y causante de fatiga). Estas adaptaciones son producto, pues, de un duro entrenamiento desde muy jóvenes, y el hecho de haberlo realizado en las altiplanicies de África del Este, a una altura de unos 2.000 metros, no parece especialmente determinante. Además de entrenarse más y mejor, los africanos se toman largos períodos de descanso (descanso activo) al final de cada temporada, lo que posiblemente les permita recuperarse mejor y no caer en el temido sobreentrenamiento.Hasta la fecha, y contrariamente a lo que muchos piensan, no existen pruebas científicas de que esta superioridad fisiológica esté determinada genéticamente. Si bien hay motivos para intuir una genética favorable, hoy por hoy parece que su excelente rendimiento es sobre todo el resultado de una mejor preparación. O al menos así lo afirma el más prestigioso experto en genética y deporte, el canadiense Claude Bouchard. Por ejemplo, la distribución de fibras musculares (rápidas o lentas) en los músculos de las piernas es similar en corredores africanos o europeos.
Otra característica que destaca a los africanos (y que no siempre es evidente) es que su correr resulta más económico. En un símil automovilístico, se podría decir que su motor consume menos gasolina (menos oxígeno) que el de un blanco para correr a la misma velocidad. Esta cualidad se debe a factores antropométricos (estos sí pueden estar determinados en parte por la genética) y biomecánicos. En efecto, los kenianos suelen ser más ligeros (con una mejor relación entre talla y peso corporal), y la distribución de su peso entre torso y extremidades inferiores (por arriba y por debajo del centro de gravedad, respectivamente) es más favorable, pues sus piernas son largas y finas. Al menos en apariencia, muchos de ellos corren con el tren superior (incluidos los músculos faciales) más relajado, con el consiguiente ahorro energético. Además, es posible que sean más eficientes biomecánicamente gracias a una articulación de la cadera más flexible y a una gran capacidad de almacenar energía elástica en el tejido conjuntivo del tendón de Aquiles y de los músculos del tríceps sural (gemelos). Viéndoles, correr parece más fácil y natural. Dos de los mejores ejemplos (se diría que nunca llegan a pisar el tartán) son el fondista Gebreselassie o el ochocentista Kipketer. Desgraciadamente, poco -o nada- sabemos de la fisiología de los corredores norteafricanos como El Guerruj. Quizás con un pensamiento demasiado simplista podríamos intuir que presentan lo mejor (fisiológicamente hablando) de ambas razas, negra y blanca.
Por último, no olvidemos factores importantes como la motivación y la posibilidad de promoción social. En Occidente, para los jóvenes quizás resulte más atractivo convertirse en un futbolista famoso, por ejemplo, que seguir el ritmo de vida espartano de un atleta de fondo sin garantía alguna de éxito.
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