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La quietud del cerro de Garabitas

Antonio Jiménez Barca

El cerro de Garabitas, a cuyas faldas quiere el Ayuntamiento enviar a las 400 mujeres que ahora ejercen la prostitución en la zona de Lago, es una colina tranquila, cuidada y limpia, paraíso de los amantes de la bicicleta y de correr por el campo. Ayer por la mañana, a 30 grados al sol, se veían pocos deportistas. Pero los vecinos y los habituales del cerro comentan que los fines de semana el área se llena de visitantes. "Los que quieren buscar una zona tranquila para hacer deporte en la Casa de Campo, después de dar vueltas, terminan aquí, porque es de lo mejor de la Casa de Campo. Hay equipos de atletismo que vienen al cerro de Garabitas a entrenarse, y a veces, hasta el Rayo Vallecano ha venido; así que, si trasladan aquí a las prostitutas, se van a cargar lo bueno que queda de la Casa de Campo", contaba el jueves un vecino indignado con la propuesta del Ayuntamiento.El desvío que planea el equipo de gobierno del PP supondrá, según los técnicos del PSOE, echar asfalto sobre una franja de unos cinco kilómetros de largo. Además, los ciclistas perderán parte de su circuito exclusivo, ya que el actual, denominado Circuito para Bicicletas Otero, atraviesa por completo el cerro de Garabitas.

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Según denuncia el PSOE, el flujo de coches que llegará a esta zona si al final se trasladan las prostitutas y se abre el nuevo desvío con la M-30 impedirá la práctica de cualquier deporte. Ahora, en el cerro de Garabitas hay bancos para sentarse, zonas arboladas, terraplenes para practicar la bicicleta de montaña... También hay caminos exclusivos para uso de los servicios técnicos del Ayuntamiento y de los bomberos.

Alguien ha borrado una de las señales que encabeza uno de estos caminos especiales. En vez de "Sólo servicios" se lee: "Solo vicios".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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