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ABECEDARIO ANDALUZ Urta

A. R. ALMODÓVAR Ya hace años me contaba un mayorista de pescao de Conil que había enviado unas cajas de urta a la capital de España, para explorar mercado, y que se las devolvieron enteritas. ¿Ah, sí?, pensó el hombre, pues ya se quedaron los madrileños sin probar el mejor pescao del mundo. No sé si de entonces acá habrá cambiado la cosa, pero veo a mucho veraneante mesetario que sigue sorprendiéndose con las excelencias de la urta a la roteña, buque insignia de la gastronomía gaditana. Desconozco también si tendrá que ver esta grave carencia cultural con el hecho de que tampoco esta palabra nuestra viene en el Diccionario de la Academia, que al paso que vamos acabará convirtiéndose en un memorial de agravios lingüísticos contra Andalucía. (Y no era propósito de este humilde cronista, que va de sorpresa en sorpresa, como ustedes, formular la correspondiente denuncia). Lo malo es que tampoco viene en el ALEA. (!) Me figuro que todo esto a Aurora Vargas debe importarle un comino, cuando canta estas alegrías, con su desgarro cañí: "tartesos, fenicios, godos, /visigodos y romanos,/mojarras, urtas, jerreras,/zapatillas y robalos". Tampoco estas zapatillas han dejado ni huella en el "desmemoriado", y en cuanto a las jerreras, lo más próximo es "Herrera.- Mujer del herrero" (qué arte). Si variopinto y polifónico era el mundo de los pájaros andaluces, eso no es nada comparado con la ictionomía, o nombres de peces. Aquí todo es escurridizo, tal vez por contagio de las criaturas a las que se pretende nombrar. Empecemos por cosas sencillitas: la anchoa proletaria (por lo menos antes de llegar a la lata) es confundida en algunos sitios con el espadín; en otros recibe los nombres de lacha, litrera o sardineta. Y eso que es un genovesismo conocido en Sevilla desde 1302. (Otro genovesismo, aunque entró disfrazado de catalán, es chanquete, pero no se afianzó en Málaga hasta el presente siglo; que todo esto se lo tiene muy bien estudiado don José Mondéjar). El más burgués besugo fue siempre en casi todo el litoral andaluz pachán. (Y al aligote le llamaban besugo). La palometa es serviola, y la platija pelúa. Pero de nombres combatidos por la norma de Castilla, un barco lleno: zafío, sollo y robalo han pasado a ser inevitablemente congrio, esturión y lubina. El albur (menos el de Coria del Río, que en adobo es para descontrolarse) es la liza, o mújol en Almería, permeable a los levantismos, o levantina ella también. En variabilidad, el rodaballo será robegayo (Huelva), roebayo (Cádiz), roagallo (Málaga)... Y en expresividad, cómo no, la bacaladilla: señoritas en pelota (Noroeste), mujeres en cuero (Sevilla) y ya en el desmadre gaditano: putas en cuero. Aquí el oriente, incluida Almería, es más comedido: brótola. Ahora la medusa: picamucho (Huelva), temblaera y aguamala en Cádiz, aguacuajá por Málaga. Y a nosotros se nos ha cuajao el artículo, y no hemos hecho más que empezar. Paciencia y una caña.

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