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22.000 vecinos intentando reconciliarse en 20 iglesias

Isabel Ferrer

Los 22.000 habitantes de Omagh están convencidos de que el atentado del pasado año quiso sabotear el primer carnaval en su historia abierto a todos los habitantes, católicos (60%) y protestantes (40%), de la localidad. La fiesta iba a ser anunciada con un desfile por la calle del Mercado, su arteria comercial y donde estallaría la bomba a las tres y media de la tarde. La policía la ha cortado al tráfico este fin de semana para que los ciudadanos puedan recordar tranquilos a sus muertos.En las 20 iglesias urbanas, cualquiera que sea su credo, será leída la misma oración: "Tócanos, Señor, con tu valor y sana nuestras heridas. Haznos valedores de la paz". Será un acto multitudinario de reconciliación al que asistirá Mo Mowlan, ministra británica para Irlanda del Norte. Algunas familias no saben todavía si podrán resistirlo. Para Mick Grimes, el hombre que más seres queridos perdió en la matanza, este primer aniversario representa un durísimo trago.

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Omagh, la esperanza quebrada

El caso de Grimes

Su esposa, Mary; su hija Avril, embarazada de gemelos, y una nieta de 20 meses, Maura, perecieron al instante al salir de la tienda de ropa donde habían comprado regalos para otra hermana mayor, también a punto de dar a luz. Grimes padre tiene una vaquería en Beragh, aldea situada a 16 kilómetros de Omagh. Como todos sus vecinos, oyó la deflagración sin darse cuenta de que era una bomba.Horas después, y cuando la policía había identificado ya a su hija y a su nieta, los agentes se llevaron un vaso con las huellas dactilares de su mujer. El mundo se le vino abajo. Llevaban juntos 44 años, tenían 9 hijos, 2 hijas y 15 nietos, y eran un ejemplo de armonía familiar. "Algunos días me siento tan mal que creo que no podré levantarme. Las tres están presentes en cada rincón de la casa, pero no volverán. Es espantoso", ha reconocido.

En Omagh, una obra pública cargada de simbolismo está siendo ultimada para que la próxima Navidad sea algo más llevadera. Es el puente peatonal sobre el río Camowen que enlazará un distrito católico y otro protestante.

Los campos de deportes puestos a disposición de ambos vecindarios tratan de demostrar que el sabotaje terrorista no consiguió romper la convivencia.

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Omagh es un ejemplo más de ciudad martirizada, pero la decidida reacción de sus habitantes ha otorgado nuevo valor a eso tan trillado de que la unión hace la fuerza.

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