Hierro, pan y teletrabajo
Enclavado en el sur de la comarca vizcaína de las Encartaciones, junto a la frontera alavesa, y recorrido a lo largo por el río Herrerías, el valle de Gordexola ha sabido adaptarse a los tiempos sin que su apariencia haya cambiado casi en lo más mínimo. Si era época en la que el hierro era lo prioritario -imprescindible en la fabricación de armas, utilizadas con excesiva frecuencia en las guerras de bandos-, Gordexola podía presumir de contar con excelentes ferrerías. Cuando el pan comenzó a considerarse hasta un producto prohibitivo, el valle encartado se preciaba de elaborar unas de las mejores hogazas de los contornos. Ahora, en la era cibernética, la localidad vizcaína puede presumir de tener un centro de teletrabajo y hasta una dirección propia en Internet. Todo ello en un lugar que puede presumir de conservarse casi intacto, escasamente influido por la historia industrial de este último siglo, rodeado de bosques de robles y hayas, alisos, fresnos y otras especies de la zona. Aunque el paseante también podrá disfrutar de árboles exóticos en los jardines de las numerosas casas de indianos levantadas en esta centuria. Porque también esa característica típica de las Encartaciones -la del gran número de sus hijos que emigraron a América en busca de fortuna- tiene una excelente huella en Gordexola. Así, junto a los restos de las numerosas casas torre y palacios renacentistas desperdigados por el valle, el pueblo puede preciarse de contar con edificaciones levantadas por quienes regresaron ricos del otro lado del océano y plantaron junto a su puerta una palmera, siguiendo la tradición del indiano. Antes de que se descubriera América, la vida de los vecinos de Gordexola estaba ligada a la casa torre. En un principio lugar de residencia que formaba un complejo con el molino y la ferrería (en las Encartaciones están registradas 88, lo que da idea del potencial de la comarca en la explotación del hierro), las guerras banderizas llevaron a estos edificios a convertirse en fortalezas casi inexpugnables. Cuatro casas-torre En el valle todavía se mantienen en pie cuatro, en diferentes grados de conservación: desde la torre de Urtusaustegui (en el barrio de Azkarai), gravemente deteriorada, hasta la interesantísima de Oxirando, que cuenta con un palacio renacentista adosado, del que se conserva una loggia, galería de origen italiano que señala el cambio de gusto de los moradores de una edificación que se remonta al siglo XIII. Las otras dos son la de Ibargüen, a la vera de la importante en su tiempo calzada del Pontón, y la de Largacha, que ha sobrevivido con un curioso aspecto gracias al caserío que se construyó junto a uno de sus muros. Los tiempos fueron transcurriendo en el valle de Gordexola: pasaron las batallas de las guerras de bandos, los Reyes Católicos ordenaron el desmoche de las torres, que dejaron así de ser defensivas, continuaron las batidas de lobos (animal imprescindible en la historia oral del pueblo) y la producción de hierro empezó a convivir con la elaboración del pan. Aquí vuelve a destacar Gordexola a partir del año 1630. Y tal fue la producción en pocos años que se llegó a prohibir la venta fuera del concejo ya que los panaderos, que no tenían montes propios, arrasaban con los ajenos y comunales con el fin de conseguir leña para sus hornos. Al final, este gremio se salió con la suya y en siglo y medio el barrio del Molinar, centro neurálgico del valle, acogía semanalmente un mercado de trigo para el abastecimiento de los panaderos. Con el pan también llegó el reloj al pueblo. En ese mismo 1630 se colocaba en la torre de la iglesia un reloj de larga vida (duró hasta 1780) para que así los vecinos del valle no tuvieran excusas a la hora de cumplir con los correspondientes preceptos religiosos. La llegada del reloj y del pan parece que marcan los nuevos tiempos en los que se adentrará el valle y de los que sus edificaciones también han dejado buen recuerdo. Ahí están los palacios barrocos, como el de Urdanegui, junto al barrio de Errotaiga, espléndida casa solar con dos arcos de entrada, o el del Pontón, uno de los ejemplos más sobresalientes de cuantos se reparten por el valle gordexolano. El valle todavía ofrece trabajo para sus habitantes, pero siempre hay quien tiene el gusanillo de la aventura y en los siglos posteriores a la llegada de Colón, son muchos los que se sienten atraídos por las riquezas de aquel continente sin explorar para los europeos. Ése es el caso de Juan Garay, natural de la casa noble del mismo apellido en el alto de Berbikez, fundador de Santa Fe y Santísima Trinidad (la actual Buenos Aires) en Argentina a finales del siglo XVI. Garay no dejó casa, pero sí lo hizo otro paisano suyo, que también marchó a hacer las Américas, pero dos siglos más tarde. Villa Carmen, el actual Ayuntamiento de la localidad encartada, fue la residencia construida por José Arechabala Aldama, emigrante a Cuba en 1862, con quince años. Comenzó en la isla caribeña como panadero, cómo no en un natural de Gordexola, pero pronto se pasó a los licores para fundar la famosa en su tiempo destilería La Vizcaína. Villa Carmen es una de las varias casas de indianos que pueblan Gordexola. Cerca de ésta se puede disfrutar de Villa Cuba y de la casa de la familia Arechavaleta, villa Alday o Villa José. Como se ve, un paseo por Gordexola supone un recorrido por la historia del País Vasco y sus características más reconocidas: una geografía abrupta, las ferrerías, las casas fuertes, el fenómeno de los indianos... Gordexola, por tener, tiene hasta un futuro santo en la figura del padre Francisco de Beráscola, nacido en 1564, persona ilustrada e influyente que tomó los habitos franciscanos y fue martirizado con 33 años por los habitantes de la península de la Florida en Norteamérica. Si saliera adelante la beatificación en curso desde 1947, el padre Francisco de Beráscola se convertiría, según el deseo de sus promotores, en el patrón de los deportistas. Aunque dada la actualidad informática de Gordexola, bien podría llegar a ser el santo de los cibernautas en honor a sus actuales paisanos impulsores del teletrabajo.
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