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El campo de fútbol, listo

Jorge Marirrodriga

No todo es catastrofismo y existe un lado positivo. El índice de delincuencia común, en un territorio sin policía y con un sistema judicial internacional mínimo, es sorprendentemente bajo. No hay sensación de inseguridad por las calles y carreteras y todo el miedo a una agresión física viene derivado del enfrentamiento étnico con los serbios.De un día para otro abren sus puertas infinidad de tiendas, bares, librerías e incluso un club de tenis. Los cuidadores del estadio de Pristina se han reincorporado a sus puestos diez años después de ser despedidos y riegan y cortan el césped del campo sin que nadie les pague, y las líneas de autobuses municipales ya están en marcha, aunque ningún vecino tenga claro si el Ayuntamiento funciona o no. La universidad ha reabierto sus puertas en una multitudinaria celebración, y miles de escolares aguardan el comienzo del curso en cuanto se restauren los colegios.

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"Kosovo es una fiesta", dice Vlora, una joven que todas las tardes pasea, arriba y abajo, por una atestada avenida de la Madre Teresa, que el Gobierno serbio no quiso hacer peatonal por temor a las manifestaciones y que ahora el Ejército británico cierra al tráfico todas las tardes para permitir el esparcimiento de los albanokosovares. Pero "la fiesta terminará pronto. Hay que ponerse a trabajar", matiza Ahmet, su acompañante. A su lado, un niño pasa a toda velocidad en unos patines haciendo el símbolo de la victoria.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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