Cuando los bailarines se convierten en bailaores
La primera gala de este festival estuvo a cargo del Ballet Nacional de España. Es una buena tarjeta de presentación, por cuanto nuestra primera compañía de danza hace normalmente bien las cosas. Ahora, con ciertos aires de renovación que se van haciendo evidentes desde que Aída Gómez asumió la dirección en 1998. Aída Gómez, joven ella, se decanta sin ninguna duda por la gente de su generación o de generaciones inmediatas. Coreógrafos jóvenes -los Latorre, los Canales, ella misma-, músicos jóvenes -Vicente Amigo, Jorge Pardo, El Viejín, entre otros-. En el programa que ofreció aquí en La Unión, sólo los Ritmos del veterano Alberto Lorca, que el Nacional viene haciendo desde los tiempos en que lo dirigió María de Ávila (1983-1986), fueron testimonio de los viejos tiempos. Y hay que decir que la obra conserva su frescura original, su interesante exploración de los ritmos y el movimiento.La propia Aída Gómez coreografía dos de las obras. Baila ella sola en una, el Silencio rasgado, de Jorge Pardo, que hace una música sugerente, muy pegada al sonido jazzístico, muy moderna, que da ocasión a Aída para crear una danza muy personal y llena de encanto.
Ballet Nacional de España
Directora: Aida Gómez. Antiguo mercado público. La Unión, 7 de agosto.
Lo demás fue ya flamenco genuino, con todos los elementos propios del género: guitarras, cante, palmas, percusiones. Un recorrido por algunos de los palos más significativos del flamenco. Es curioso constatar en Canales, tan "revolucionario" él habitualmente en sus interpretaciones personales, que aquí las coreografías que vemos de él son casi, casi, de corte tradicional. Aída Gómez nos muestra, en definitiva, un ballet disciplinado y de gran nivel, con algunos solistas notables. Currillo, el bailaor invitado, más en bailarín que en bailaor como todo el grupo. Lo que es lógico en un ballet de esta naturaleza, cuya prioridad no es el flamenco.
Babelia
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