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Homenaje al vecino más ilustre

Getaria no quiere olvidar la gesta de uno de sus vecinos más ilustres. Ayer representó en tres actos la llegada de Juan Sebastián Elcano y su tripulación a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 y su traslado a Sevilla después de una accidentada vuelta al mundo que duró 1.124 días. Era la primera vez que se circunnavegaba el planeta. La reconstrucción de este hecho histórico no fue un acto conmemorativo casual. La villa costera guipuzcoana tributa ese homenaje al marino cada cuatro años desde 1922. La población lo vive, unas veces mejor acompañada que otras; ayer con una lluvia pertinaz que causó más de un sobresalto, sobre todo, a las autoridades, trajeadas y encorbatadas. Todo estaba preparado para las cinco de la tarde. La organización no dispuso palcos de honor en la falda del Ratón. El privilegio de atisbar la nao Victoria en primera fila se reservaba a los más madrugadores, que poblaban los petriles y las terrazas del muelle desde las dos de la tarde. El campanario del Salvador anunció que había llegado la hora y, como si fuera parte de la representación, el cielo se encapotó y descargó una fuerte tormenta. Los vecinos estaban para entonces más pendientes de las autoridades, que de cómo entraba la embarcación en el puerto, arropada por la flota de Getaria. Bajo los arcos La comitiva, encabezada por el alcalde de la localidad, Josu Ecenarro, trató en un primer momento de desafiar a la lluvia. Representantes de la Diputación de Guipúzcoa y del Ejecutivo vasco, entre los que se encontraba el portavoz y consejero de Industria, Josu Jon Imaz, permanecían impasibles para recibir a Manuel Ignacio Gorostiaga en el papel de Elcano. Pero acabaron por romper el protocolo y corrieron despavoridos a cobijarse en los arcos del muelle. Un vecino bromeó: "El Gobierno vasco se disuelve con las tormentas". El estruendo de las salvas de honor y el ruido de las sirenas centró de nuevo la atención. Había amainado levemente cuando asomó la carabela remolcada que el viento empujaba hacia la playa. ¿De dónde sale este barco? "Iba para el desguace y lo han acondicionado", respondió un miembro de la organización. De esa imitación de la Victoria desembarcaron quienes encarnaban a los 18 de los 250 hombres que lograron salir con vida de la larga expedición. Elcano besó el suelo, se levantó y, como su tripulación, comenzó a caminar cabizbajo y harapiento. Entre el público había más de un escéptico. "Esto no puede ser una representación fiel. ¿Quién se cree que caminaron hasta la iglesia sin hablar con nadie y que nadie se acercó a recibirles?" Sea como fuera caminaron descalzos y con cirios en las manos hasta la Iglesia del Salvador entre aclamaciones y aplausos. Los marineros tenían que cumplir la promesa que que le hicieron a la Virgen de la Antiqua por las dificultades salvadas. El coro de Getaria les recibió con el Te deum y La Salve; cinco muchachas de Getaria -simbolizando los cinco continentes- les acompañaron hacia el monumento erigido a Elcano en 1922 y recibieron el homenaje cantado más sentido del pueblo: el Gora Elkano. Fue la escenificación de una historia que comenzó en 1519 cuando cinco carabelas zarparon de Sevilla, bajo el mando único del portugués Magallanes, muerto en el curso de la expedición. Sufrieron lo indecible: tormentas, rebeliones y mucha hambre. "Llegaron a raspar los barriles para meterse en la boca el serrín impregnado de orina de ratas. Comieron cucarachas y ratones hasta que desaparecieron. Cada rata se cotizaba a un ducado de oro", recuerda el historiador Edward Rosset. Tres años después, sólo un barco de aspecto fantasmal regresaba.

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