Los investigadores sospechan que los dos chicos guineanos llevaban muertos varios días
Bélgica, sumida en la mala conciencia, se propone aumentar la ayuda a África
Bélgica sigue conmocionada por la trágica muerte de dos chicos de Guinea-Conakry que pretendían llegar a Europa escondidos en el tren de aterrizaje de un Airbus de la compañía aérea belga Sabena. Los investigadores sospechan que los dos polizones habían fallecido varios días antes de ser descubiertos sus cadáveres, ya descompuestos, el pasado lunes. El país, sumido en la mala conciencia de una metrópoli que tuvo en África sus grandes colonias, se propone aumentar las partidas de ayuda al desarrollo, que en 1998 se quedaron en el 0,36% del PIB.
Fue el mal olor lo que permitió descubrir los cuerpos de Yaguine Koita y Fodé Tounkara, de 15 y 14 años, respectivamente. Los dos jóvenes han conmovido a Bélgica no sólo por su trágica muerte, sino especialmente por el desgarrador documento que traían consigo: una carta que era un auténtico testamento donde exponían las razones de su arriesgado viaje y pedían a los responsables de Europa ayuda para su continente.Los investigadores no descartan que los dos jóvenes se hubieran escondido en el compartimiento del tren de aterrizaje en un vuelo anterior del Airbus. A favor de esa hipótesis juega el avanzado estado de descomposición de los cuerpos, encontrados cinco horas después de que el avión tomara tierra en Bruselas. En contra de la teoría está la fecha aparente de la carta, que parece decir 29 de julio, pero que también podría ser un 21 de julio si se compara con la grafía de otros números que aparecen en el texto. Por ejemplo, en la expresión "16 horas" de la última línea, que alude al momento en el que se habría acabado de redactar la carta. Sabena ha confirmado que es posible que los jóvenes se hubieran escondido allí el 28 de julio, cuando el mismo aparato realizó la ruta Bamako-Conakry-Bruselas. "El compartimiento del tren de aterrizaje sólo se revisa cada tres semanas, según los consejos del fabricante y las normas internacionales de seguridad", declaró un portavoz de la compañía.
En Conakry, las autoridades guineanas investigan también cómo pudieron llegar los niños hasta el avión. "Queremos saber si los adolescentes han actuado solos o si les ha ayudado algún adulto", declaró al diario belga Le Soir un coronel guineano. Las autoridades belgas han confirmado la identidad de los niños, que llevaban consigo su carnés escolares. Yaguine Koita, nacido el 23 de septiembre de 1984, estudiaba el octavo curso de enseñanza primaria en el colegio Yimbaya. Su madre, que vive en París, acudió a Bruselas para identificar el cadáver. "Estaba bajo los efectos de un gran choque emocional y ha reconocido a su hijo por la documentación escolar", declaró el cónsul de Guinea en Bruselas. "No ha hecho ningún comentario sobre la situación de la familia", explicó. Fodé Tounkara, nacido el 6 de abril de 1985, estudiaba en la misma escuela. Su familia ha sido localizada en Matoto, una barriada de Conakry. Los adolescentes pudieran haber seguido el ejemplo de un joven senegalés de 18 años que el 26 de enero llegó a Lyón (Francia) desde Dakar (Senegal) en un tren de aterrizaje. El muchacho sobrevivió, pero las autoridades francesas le devolvieron a su país, donde aún ahora sufre algunas secuelas de las congelaciones padecidas en el vuelo.
También Bélgica experimenta las secuelas del suceso de estos días. El país, que durante años se aprovechó de la riqueza de sus colonias del Congo, se siente desbordado por la mala conciencia. La reciente tragedia de Zaire y la caída del dictador Mobutu se siguieron en Bélgica con el interés con que en España se escruta la actualidad en América Latina.
El debate se centra ahora en dos aspectos: la ayuda para el desarrollo de África y la política de asilo. Los partidos se han pronunciado ya a favor de aumentar los presupuestos de cooperación. Y la prensa recuerda que Bélgica, pese a su pasado colonial, sólo destinó en 1998 el 0,36% de su PIB a cooperación, apenas la mitad de ese mítico 0,7% que sólo cuatro países (Dinamarca, Noruega, Holanda y Suecia) alcanzan o superan de modo habitual.
También la política de asilo preocupa en un país que acoge ya a miles de centroafricanos y magrebíes, pero que ha visto dimitir a uno de sus ministros más poderosos por la muerte por asfixia de una joven africana que era devuelta a la fuerza a su país de origen.
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