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"Esto es como en los días de la guerra"

Jorge Marirrodriga

"Esto es como en los días de la guerra", comenta asombrado un representante español de una organización humanitaria cuando llega a la frontera de Kosovo y Macedonia y se encuentra con que el paso está bloqueado por miles de personas que tratan de salir del país. Los principales accesos fronterizos a Macedonia se encuentran, sin razón aparente, colapsados desde hace más de una semana. Sólo los soldados de la fuerza internacional para Kosovo (Kfor) los pueden franquear sin problemasTodos apuntan a una nueva táctica del Gobierno de Macedonia, particularmente incómodo con la presencia de las tropas internacionales en su territorio, para tratar de sacar el máximo partido a su situación como país de tránsito hacia Kosovo.

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Las filas de vehículos cargados de personas y bultos se extienden en algunos puntos durante varios kilómetros. Los grandes camiones se mezclan con los turismos, muchos de los cuales, dado su mal estado, terminan por averiarse en medio de la calzada multiplicando la sensación de caos. Las filas no se respetan y todos tratan de serpentear como pueden entre la marabunta de coches, mientras algunos tratan de ganarse el favor de los policías macedonios, bien mediante ruegos, bien ofreciéndoles algo de comer o cigarrillos.

En la garita del lado macedonio, la situación se repite en las diversas fronteras. Un solo guardia comprueba con parsimonia la documentación de los ocupantes del vehículo que pretende pasar. Éstos, además, deben rellenar un formulario de entrada en el país que no les es facilitado hasta que llegan a la misma demarcación fronteriza. Una vez comprobados nombres y caras procede a teclear los nombres, números de pasaporte y direcciones de todos los ocupantes. Finalmente, sale de la garita, observa el vehículo, comprueba su documentación, anota el número de la matrícula y le franquea el paso. El proceso, que lleva unos veinte minutos, se ve interrumpido frecuentemente con largas charlas con los compañeros. Mientras, centenares de personas observan cómo cae la noche sin que puedan cruzar de un país a otro.

Desde Kosovo, por el paso de Blace, una amorfa fila de personas a pie que mide cientos de metros aguarda durante horas para recibir el visto bueno de los aduaneros macedonios. La mayoría son refugiados albanokosovares que, cargados con sus maletas y bultos, cruzan de nuevo la frontera para volver a los hogares albanokosovares en los que han sido acogidos en Macedonia, visto que, por ahora, no tienen donde vivir. La mayoría de ellos han entrado en Kosovo sólo para constatar que lo han perdido todo. Tras unas semanas junto a las ruinas de sus casas quieren regresar al país que los acogió.

"El problema de las colas no se produce en territorio macedonio, es fuera", dice un policía macedonio que mantiene cortados todos los carriles de entrada excepto uno. "Están haciendo esto desde hace quince días. Se lo toman con calma", comenta un policía búlgaro que se ha acercado hasta la línea de demarcación para tratar de convencer a sus colegas de que agilicen los trámites.

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En las carreteras macedonias no se ven camiones con matrículas extranjeras (los que llevan la ayuda a Kosovo) viajando solos. Son obligados a viajar en convoyes, lo que en teoría agiliza los trámites aduaneros, pero en la práctica los somete a largas esperas. Únicamente los camiones yugoslavos se libran de esta medida. "Gligorov se equivoca", dice un aduanero búlgaro. "No se puede estar contra todo el mundo y pretender sacar ventaja".

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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