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ABECEDARIO ANDALUZ Ceceo

"El ceceo es un fenómeno corriente en gran parte de la Andalucía occidental, pero socialmente no goza de prestigio y sufre un creciente rechazo por su carácter aplebeyado". (Vocabulario popular andaluz, Francisco Álvarez Curiel, Arguval, Málaga, 1999). Es la última definición que hemos encontrado de este importante rasgo del habla andaluza, y seguro que no gustará a muchas personas que son ceceosas de natural, y que muy naturalmente dicen Zalamanca, Zeviya y mardita zea tu arma. Pero no expresa nada que no sea cierto; si acaso se le ha ido un poco la mano en lo de "aplebeyado". Es verdad que cuando un andaluz ceceoso recibe instrucción -y cada día son más, afortunadamente- suele arreglárselas para que se le diluya lo más posible esa marca de nacimiento lingüístico, que en sí misma no tiene nada de malo. Pero, ay, que luego viene lo del prestigio social. Se cuenta la anécdota de un aspirante a profesor de Lengua que empezó disculpándose ante el tribunal por ser ceceoso, aunque prometía corregirse cuanto antes. Pero yo recuerdo, allá por el año 76, cuando subió al escenario una de las primeras obras del llorado Alfonso Jiménez Romero, en que una muchacha de Arahal, guapísima por cierto, exclamaba: "¡Ay, qué coza tan precioza!". Y dicho con tal espontaneidad, enseñando el piquito de la lengua entre los dientes a cada zeta, que levantó un aplauso enfervorizado. Quizá era la primera vez que en una función no quinteriana el ceceo quedaba estupendamente. Quiere decirse con esto que la cosa es muy relativa, y que depende de la situación -como ocurrirá con otros muchos fenómenos de los que aquí hablaremos-. Incluso algunos tópicos académicos, respecto del ceceo, están en plena revisión, incluida su geografía. Así, en Cádiz capital se analiza hoy la convivencia y la vacilación entre seseo y ceceo; se halla éste en retirada al norte de Málaga; marca el diferenciación sexual en Cúllar-Baza, como en otros lugares. Hay bastante más ceceo en Hispanoamérica de lo que se pensaba, sin duda como una consecuencia más de la impronta andaluza en el español de aquellas latitudes. Claro que esto no todos los especialistas lo admiten. Pero, por no admitir, los hay que ni siquiera reconocen la existencia del andaluz. Jozú, es decir, qué barbaridad.

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