Racismo, clasismo e ignorancia
Los lamentables sucesos acaecidos recientemente en el popular barrio de Ca n"Anglada, en la población de Terrassa, demuestran que la integración de la inmigración pobre del Tercer Mundo, ennuestras sociedades es un grave problema pendiente.De hecho, el conato de racismo de estas semanas es difícil de definir. Quizá, aquí y ahora, pueda decirse que la xenofobia es el peor clasismo elevado a la enésima potencia, o un rechazo -algo irracional- a una pobreza ajena y, también, una gran manipulación colectiva que pequeños grupos fascistas desarrollan en cortos espacios de tiempo y que se amplifica a través de diversos medios de comunicación poco profesionales. Es decir, que la combinación de la criminalización de la pobreza (como antítesis de la ostentación salvaje de la riqueza que fomenta un modelo sociopolítico ultraliberal, huérfano de los valores éticos), unido a la irresponsabilidad de las diferentes administraciones, que desgraciadamente en estas cuestiones siempre actúan con falta de previsión, provoca infiernos como el de Terrassa.
Ante estos acontecimientos más que subidos de tono, la mejor vacuna es dejar la retórica y la demagogia a un lado y empezar a reaccionar. Primeramente, luchando contra la ignorancia a favor del multiculturalismo y la diversidad, lo cual sólo se consigue con tolerancia, repeto a las leyes laicas -en este sentido, pienso que la religión (no sólo la mulsulmana) es un elemento perturbador de la integración- y, lo más importante, que el Estado de Bienestar, en mayúsculas, llegue a todos los rincones y haga imposible las bolsas de pobreza y marginación. Lógicamente, también es preciso actuar con contundencia legal contra los que se aprovechan de esta situación de fractura social, y es necesario hacerlo en tres aspectos concretos:
1. Contra los grupos neonazis, que, más allá del racismo, buscan cargarse la democracia para aplicar una dictadura sanguinaria.
2. Contra los neoliberales y demás sinvergüenzas que tratan de aprovecharse económicamente del inmigrante pobre para enriquecerse rápidamente, lo cual también provoca la caída de los salarios y la precariedad y las protestas de los trabajadores autóctonos.
3. Con la exigencia de responsabilidades políticas, aplicando si es necesario sanciones económicas y políticas, a través de la UE, a los gobiernos corruptos de países como Marruecos, Rumania o Albania, para que dejen de dar apoyo y cobertura a las mafias y a los privilegiados y tengan más en cuenta a sus ciudadanos más depauperados.- . .
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