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Bolonia recupera en un ciclo decenas de películas cortadas por la censura italiana

Fellini, Bertolucci, Buñuel y Almodóvar sufrieron el celo moral de la Democracia Cristiana

La Italia de la Democracia Cristiana vigilaba atentamente lo que se exhibía en las salas cinematográficas nacionales y encargaba a sus funcionarios cortar aquí y allá metros de celuloide peligroso, sin mirar la nacionalidad de los filmes ni de sus directores. Hoy, cuando la censura sólo se ejerce por motivos comerciales, la Cinemateca de Bolonia dedica un ciclo casi nostálgico a las decenas de películas italianas y extranjeras que sufrieron en carne propia las consecuencias del exceso de celo moral de las autoridades italianas. De Almódovar a Fellini, Pasolini, Buñuel y Berlanga.

La lista de damnificados por las muy pacatas y nada generosas tijeras de la Democracia Cristiana (y el Vaticano) es larga y sorprendente porque incluye, junto a autores como Pier Paolo Pasolini, Federico Fellini o Bernardo Bertolucci, a los españoles Luis Buñuel, Luis García Berlanga y Pedro Almodóvar. No faltan tampoco otros artistas de reconocida valentía, como Rainer Werner Fassbinder o Marco Ferreri, en esta lista negra llena de glorias del cine mundial.No por casualidad, el ciclo, que la ciudad roja exhibirá hasta el 15 de agosto, se titula Italia corta. A los censores italianos les preocupaban por igual las imágenes violentas (ingenuamente violentas, si se comparan con las que sirven hoy los filmes de Hollywood), que las escenas de sexo demasiado explícito o las incursiones en el siempre vidrioso terreno religioso.

"Viridiana"

Eso explica que una película como Viridiana, dirigida en México por Luis Buñuel en 1961, debiera ser ligeramente expurgada, o que el filme Entre tinieblas, dirigido por Pedro Almodóvar en 1983, colisionara con la todavía entonces vigorosa censura italiana. La mezcla drogas y monjas de clausura era definitivamente explosiva para las autoridades italianas competentes, siempre respetuosas con la opinión de la Iglesia católica.De los casos más graves es, sin duda, el de la famosísima película de Bernardo Bertolucci El último tango en París, una coproducción italo-francesa de 1972 que los italianos no pudieron ver hasta muchos años después.

Sin llegar a estos extremos, un filme provocador como La grande bouffe, de Marco Ferreri, realizado en Francia en 1973, sufrió un tijeretazo que excluyó de la proyección 40 metros de celuloide. Los censores, después de clasificarlo como una película para mayores de 18 años, terminaron por secuestrarlo, conmutándole la pena tras la muerte del director. Una escena de masturbación a un moribundo colmó la paciencia de los funcionarios.

También un filme clásico como Rocco y sus hermanos, de Luchino Visconti, sufrió ligeras modificaciones obligadas. En concreto, dos cortes que afectan uno a la dura escena de sexo entre Simone y Nadie, ante los ojos del propio Rocco y de otros chicos, y el otro a la escena del asesinato a cuchilladas de la joven, excesivamente crudo para el criterio de los censores. Otro de los autores favoritos de los funcionarios fue, sin duda, Federico Fellini. El ciclo de la Cinemateca de Bolonia dedica varias sesiones a las desventuras del admirado director, que se prolongan durante años. Los cortes se mantienen desde Las noches de Cabiria, dirigida por Fellini en 1957, un filme que aborda un tema considerado escabroso por los censores, hasta una de sus últimas películas, Ginger y Fred, de 1985, de la que el organizador de este ciclo, Tatti Sanguinetti, ha obtenido 20 minutos de película montada por Fellini y nunca proyectados. También el Casanova y algunos de los episodios contenidos en Boccaccio 70, del mismo director, tuvieron dificultades con los censores.

Entre los directores afectados por las tijeras oficiales figuran también Mario Monicelli, cuyo Totó y Carolina, de 1955, encontró una atmósfera de hostilidad entre los funcionarios del ramo. E, inevitablemente, un autor valiente y transgresor como pocos, Pier Paolo Pasolini, que debió retocar su Saló o los 120 días de Sodoma para dejarla presentable.

Último episodio

La mayoría de los encontronazos con la censura se saldaron relativamente bien, sin que, salvo excepciones, como El último tango en París, hubiera que lamentar ninguna pérdida para el séptimo arte.El último episodio de esta histórica batalla entre autores y autoridades es el protagonizado el año pasado por la película de los directores italianos Daniel Cipri y Franco Maresco Totó que vivió dos veces. El resultado de la prohibición inicial de proyectarlo fue que el filme recibió la previsible ayuda de la polémica suscitada. La expectación creada provocó colas ante los cines cuando Totó se estrenó finalmente. Aunque el interés del público fue tan efímero como la polémica. De Totó que vivió dos veces sólo se acuerdan todavía los censores.

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