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Astrónomos de 25 países alertan sobre la contaminación del cielo

Los expertos reunidos en Viena denuncian que la observación del cosmos corre peligro

Las luces que iluminan el cielo, y no sólo las calles, las constelaciones de satélites que se utilizan para los nuevos teléfonos móviles y los trozos de chatarra espacial que pueblan las órbitas cercanas a la Tierra son ya amenazas graves para la observación del Universo. Astrónomos de 25 países reunidos en Viena pidieron ayer medidas para paliar en el futuro la creciente contaminación lumínica, radioeléctrica y física que dificulta su trabajo.

Convocados por la Unión Astronómica Internacional (UAI), los astrónomos y técnicos elevarán sus conclusiones a los delegados de todos los países de la ONU que se reunirán la próxima semana en Viena en la Conferencia Mundial sobre el Espacio Unispace III. Su toque de alerta sobre el progresivo aislamiento de la Tierra del resto de Universo refleja la situación preocupante en que está ya la astronomía en algunos rangos de radiación en los que se observa, y, sobre todo, la preocupación por el futuro. En Viena se han evaluado los riesgos y amenazas para la observación en las distintas longitudes de onda del espectro, desde la visible de los telescopios ópticos tradicionales a las ondas de radio de las grandes antenas, en distintas zonas.

Evaluación de proyectos

Los participantes en el simposio piden cooperación internacional para reducir la amenaza de la contaminación lumínica, la radioeléctrica y la basura espacial, y que todos los proyectos sean sometidos a evaluación internacional en el futuro. Especial referencia han hecho a las ideas de situar espejos en órbita para iluminar zonas de la Tierra o poner grandes paneles como anuncios. "Estos problemas son globales en su escala y en su efecto y permanentes. Hacen falta esfuerzos internacionales para resolverlos, como la ONU ha hecho ya para los océanos y el continente antártico", ha comentado Johannes Andersen, secretario de la UAI. La luz innecesaria es un grave problema ya en muchas zonas del mundo, según Rafael Rodrigo, director del Instituto de Astrofísica de Andalucía. "No se trata de estar a oscuras, sino de iluminar de forma racional", explica. "Utilizar lámparas que iluminen sólo hacia abajo y que sean de sodio en vez de mercurio es suficiente". La luz de sodio se elimina fácilmente de los espectros de los objetos celestes observados, mientras que la de mercurio no. Las cifras examinadas en Viena indican que el derroche en iluminación en Nueva York, por ejemplo, representa 13,6 millones de dólares anuales ( 2.200 millones de pesetas).

La contaminación radioeléctrica es más compleja y de difícil solución, en opinión de Rodrigo: "Hay que recordar que la radioastronomía y las telecomunicaciones han compartido casi todo desde que nacieron. Al crecer las dos entran en colisión". Los telefónos móviles por satélite son el último obstáculo. Utilizan tantas bandas que sus señales se desbordan a bandas de interés astronómico, que también son cada vez más numerosas. La solución es evitar todo lo posible las interferencias y establecer zonas silenciosas para los grandes radiotelescopios.

En España, los cielos de Canarias están protegidos por ley, y en otras zonas, como Andalucía, se firman convenios locales o internacionales para evitar en lo posible la contaminación lumínica y la radioeléctrica. Es el caso del observatorio hispano-alemán de Calar Alto, en Almería, o la gran antena del radiobservatorio IRAM, en Sierra Nevada.

En cuanto a la basura espacial, puede afectar directamente a telescopios en órbita, como el Hubble, pero los astrónomos aseguran que también les molesta ya para las observaciones terrestres.

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