Segundas partes sí fueron buenas
La segunda jornada del Festimad 99 en el parque del Soto de Móstoles ofreció quizá más atractivos musicales que la primera, si bien la oferta siguió orientada a músicas en las que el instrumento rey siempre era la guitarra. La primera gran sorpresa la ofreció por la tarde el cuarteto Queens of the Stone Age, precursor del estilo más emergente del momento: el stoner rock. El grupo dio un sonido sucio y primitivo que recordaba a los Stooges, con total ausencia de virtuosismo y perfecto equilibrio entre unos teclados psicodélicos, una guitarra básica y una voz -la de su líder, el ex Kyuss Hommes-. Son las armas de una banda que debe explotar este año también aquí en España.Tras ellos continuó el buen ambiente con uno de los grupos que a priori menos interesaban, y, lo que son las cosas, dio una auténtica lección de cómo debe plantearse un concierto tan festivo. Los Black Crowes encantaron con su rock stoniano de manual, las simpáticas poses a lo Rod Stewart de su cantante Chris Robinson y unas versiones impecables del Oh well de Fleetwood Mac, Hard to handle del divino Otis Redding e In my time of dying de Jimmy Paje. Lástima que el combo de los hermanos Robinson no componga sencillos así de simples y efectivos.
Hablando de efectividad, el grupo Ministry salió a quemar las naves con un planteamiento de rock industrial absolutamente demoledor. Recuerda de modo inevitable a bandas como Ramstein, aunque ellos se muestran más partidarios de la estética del cuero. Sonaron con tremenda contundencia los temas de sus últimos discos; en especial los del Psalm 69, el que le ha abierto mercado en todo el mundo, y los de su último Dark side of the spoon.
En otros escenarios cabe destacar también la actuación del grupo multinacional Transglobal Underground, que concitó la presencia de buen número de seguidores dispuestos a bailar con un toque étnico y abierto a todo tipo de influencias. En el momento de redactar esta crónica se esperaba también otra interesantísima actuación prevista: la del grupo de ska politizado argentino Bersuit, la cara de cuyo líder asomaba amenazante en multitud de posters pegados en estratégicas esquinas del recinto. Había ganas de comprobar que su directo es tan bueno como su disco.
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