Pujol, la niña y el vaquero JOAN SUBIRATS
El lujoso cuadernillo con el que la Generalitat de Cataluña "orienta" la opinión de los catalanes sobre estos 20 años de gobierno de la coalición liderada por Jordi Pujol presenta, como no podía ser de otra manera, un balance inequívocamente positivo del periodo. Será por mi natural incredulidad o manifiesta querencia a llevar la contraria, o será porque no me ha acabado de gustar lo que he leído en ese texto que, como el resto de los catalanes, he contribuido a pagar, lo cierto es que a mí no me parece que la cosa sea como la cuentan. En la portada del opúsculo, vemos a una niña (¿el futuro de Cataluña?) que mira con arrobo lo que imaginamos que será la cara de una especie de vaquero de Marlboro del que no podemos ver otra cosa que sus poderosas extremidades (¿la Cataluña actual?). Las 28 páginas a todo color, las 46 fotografías que acompañan el texto, sus 27 cuadros estadísticos y el póster desplegable con la montaña de Montserrat full size sirven de marco para un somero repaso de las principales políticas de la Generalitat en estos años, donde el mensaje que predomina es: "La cosa va bien, e irá mejor si crecemos en poder y recursos". Pero, como nos dice el propio presidente en la página 3, en todo balance siempre hay aspectos positivos y otros que no lo son tanto, y ya que en el cuadernillo de marras sólo encontrarán los aspectos positivos, les brindo, para compensar y sin tanto coste, algunos apuntes de los que, en mi opinión, no lo son tanto. La situación de las principales políticas (si atendemos a los recursos y al personal que se les dedican) que controla la Generalitat, sanidad y educación, no funcionan ni mucho menos tan bien como nos lo pintan. Y además el problema no es crecer en recursos, sino pensar mejor qué se hace con los existentes. En sanidad, la planificación realizada hace unos años no tuvo suficientemente en cuenta ni los avances tecnológicos que permiten tratamientos menos intrusivos, ni una inversión significativa en atención primaria, que ahora está soportando los costes de una sanidad asfixiada económicamente, y tampoco la reconversión de los centros hospitalarios para agudos en instalaciones apropiadas para enfermos crónicos y para cuidados paliativos. El famoso modelo sanitario catalán del que se vanagloria Pujol y que le impulsa a desafiar a Aznar a que aprenda cómo se hacen las cosas, si bien ha logrado un nivel de calidad asistencial notable, no ha conseguido reformar significativamente el funcionamiento de la sanidad pública directamente dependiente de la Generalitat, ni ha logrado frenar la sangría económica del sistema. En educación la cosa está significativamente peor, ya que ha faltado la dirección política que tuvo sanidad en su momento y se ha optado por una política agresiva en la implantación temprana de la reforma educativa, como marchamo de liderazgo, sin que ello haya venido acompañado de la previsión suficiente en lo referente a cómo distribuir recursos y prioridades. Se optó por la tranquilidad sindical en la enseñanza pública y por delegar más y más parcelas educativas al sector mercantil y social o religioso, que quedó muchísimo menos afectado por la reforma, provocando un peligro evidente de segmentación social y de potencial huida de la clase media de un sector educativo público que siempre había sido visto en Cataluña como garantía de calidad. En esas dos políticas, al revés de lo que afirma la propaganda oficial, el tema de futuro no es disponer de más recursos, sino de mejor política. En universidades, se afirma con orgullo que hemos pasado de 3 universidades a 11, de 69 facultades o centros a 162 y de 100 titulaciones a 411, pero lo que no sabemos es con qué calidad y con qué garantías se imparten esos estudios. Los que sabemos algo de lo que cuesta formar a un profesor con ciertas garantías de calidad preguntaríamos de dónde han salido esos nuevos 7000 profesores en menos de 15 años. Si lo que importa, como se dice, es crecer, que nos cojan confesados. Una vez más, necesitamos una política universitaria, con prioridades y delimitación de campos y calidades, no una simple carrera incrementalista. Ni la cultura es sólo lengua o patrimonio, ni el equilibrio territorial son sólo infraestructuras, ni una administración moderna son los millones que gestiona cada funcionario. El cuadernillo publicitario cae en esas lógicas simplificaciones; imagino que la campaña electoral permitirá matizarlas y sacar a la luz aciertos, claroscuros y déficit significativos. No puedo pasar por alto las dos páginas dedicadas a medio ambiente. Desde mi punto de vista, ya es un error esa visión especializada, de negociado, con relación a un tema que debería estar presente de forma transversal y preeminente en el conjunto de las actuaciones de la Generalitat (lo que evitaría disparates como los del Ródano). Pero es que, además, el balance que se presenta no es de recibo. Decir que se ha iniciado la elaboración de la Agenda 21 de Cataluña cuando el Gobierno catalán ha estado siempre de espaldas a ese tema que surgió en la Conferencia de Río, hace nada más y nada menos que siete años, y que lleva ocupando a cerca de dos centenares de municipios catalanes desde hace mucho tiempo, o afirmar que los ríos catalanes gozan de buena salud, o decir que tenemos los residuos bien gestionados cuando si aplicamos la nueva directiva comunitaria sobre depósitos de residuos deberíamos cerrar un 90% de los existentes, es decir demasiado. En este punto es en el que resulta más patético decir que lo que nos conviene es crecer. Como no cambiemos de chip, lo único que crecerán serán los problemas. No dispongo de fotos, ni de cuadros, ni del despliegue propagandístico de la Generalitat que entre todos financiamos. Pero sí me permitirán que mi balance del legado de Pujol no se parezca demasiado al que se nos presenta. Veinte años no pasan en balde. La Cataluña de hoy, la España de hoy, la Europa de hoy, el mundo de hoy, tiene muy poco que ver con el que teníamos 20 años atrás. Es fácil poner cifras de hace 20 años y comparar. Lo difícil es saber si ese crecimiento nos lleva a donde queremos llegar o no. No podemos sólo vender crecimiento. Ése es un modelo agotado. Necesitamos saber adónde quieren llevarnos. Y en el cuadernillo de marras no hay respuesta. Lo siento por la niña de la portada, se va a quedar sin saber hacia dónde se piensa dirigir el vaquero.
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