El nuevo presidente quiere introducir medidas para evitar más escándalos
Romano Prodi, el nuevo presidente de la Comisión Europea, ha sacado sendas lecciones de las dos crisis que han afectado este año al órgano que dirigirá formalmente a partir del otoño. La primera sacudida la provocó en marzo el informe del Comité de Sabios y sus críticas a la gestión de la Comisión y, especialmente, a una de sus integrantes, la francesa Edith Cresson, encargada de la investigación científica. Tras su publicación, el presidente Jacques Santer decidió que la Comisión dimitiría colectivamente porque sus colaboradores incriminados por los sabios, especialmente Cresson, se negaron a renunciar de forma individual alegando que los tratados no les obligaban a ello.
En las conversaciones que mantuvo con sus 19 subordinados, Prodi les pidió que, si resultan afectados por algún escándalo, se comprometan a dimitir sin que tenga que caer con ellos todo el colegio. Todos, según Prodi, han aceptado. Hace falta ver si cumplirán su promesa.
Del traspaso de Martin Bangemann de la Comisión a Telefónica, el futuro presidente ha sacado la conclusión de que es necesario introducir reglas deontológicas que impidan hechos similares en el futuro. La iniciativa de los Estados miembros de denunciar al comisario alemán ante el Tribunal de Luxemburgo le refuerza en su intención.
Los integrantes de la Comisión saliente serán, probablemente, los últimos que podrán a partir del otoño ejercer una actividad privada sin apenas trabas.
A partir de enero del 2005, cuando concluya su mandato la Comisión Prodi, sus miembros deberán, probablemente, dejar transcurrir un tiempo razonable antes de empezar a trabajar para el sector privado. Tampoco podrán hacerlo en un cargo directamente relacionado con su anterior actividad.
A sus colegas de la Comisión, Bangemann les dijo el 1 de julio que se abstendría de participar en las relaciones entre Telefónica y las instituciones europeas y que no aprovecharía para su nuevo trabajo la información confidencial obtenida en Bruselas. Los comisarios se dejaron convencer, no así los embajadores de los Quince.
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