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Entrevista:

"El callejero está lleno de nombres anónimos de mujer"

A la capital le ha nacido un callejero alternativo a ese clásico que sirve de brújula a taxistas y foráneos. No tiene mapas ni planos del metro, sólo nombres femeninos y alguna que otra foto. Lo ha tejido Pancracio Celdrán (Murcia, 1944), especialista en historia y literatura y, ante todo, caminante insaciable. El impar callejero se llama Madrid, se escribe con M de mujer, y su autor ha seguido la estela de escritores como Baroja, Azorín, Valle-Inclán o Galdós, "que conocían Madrid y su extrarradio, porque los pisaban a diario y se enamoraban de sus casas, sus bares, sus tiendas y su gente". Celdrán se ha zambullido en un mar de nombres para denunciar los "disparates" que han ensombrecido el protagonismo de la mujer en las placas de la ciudad. Pregunta. ¿Madrid ha hecho justicia con sus hijas en el callejero?

Respuesta. Ha prescindido de la figura de la mujer, puede que por inercia histórica, y lo ha reflejado en su callejero. Aun así, esta ciudad tiene más calles con nombres de mujer que Barcelona, por ejemplo.

P. ¿Faltan nombres femeninos porque escasean las mujeres célebres?

R. No. Si existe una clara ausencia de estos nombres es por quienes bautizaban las calles. Ahora es el Ayuntamiento, pero hasta 1812 era el pueblo el que, por aclamación, ponía los nombres de quien se le antojaba.

P. ¿Por eso hay calles de desconocidas?

R. Sí, la de Josefa Valcárcel, sin ir más lejos. Nadie sabe quién fue esa mujer. En mi opinión, vivió en ese barrio y levantó la primera casa, pero no existen datos en los archivos del Ayuntamiento ni en los de Hacienda ni en los de la Villa y Corte. El callejero de Madrid está plagado de nombres anónimos de mujer.

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P. ¿A quién echa de menos en las placas urbanas?

R. A María Córdoba, por ejemplo, una actriz que representó a todos los clásicos de Lope de Vega en el Siglo de Oro; fue poderosa y muy famosa en su tiempo. También a Catalina Flores, mendiga, que fundó Nuestra Señora de la Novena, la patrona de la farándula de Madrid, o a Justa Sánchez, una poetisa madrileña de pura cepa que fue garbanzo negro de su familia porque a los 20 años de edad se escapó con un aristócrata de la familia de los Luzones a Valencia.

P. ¿Hay más santas que intelectuales?

R. Sí, y no son madrileñas, a excepción de dos o tres, pero están impuestas como en cualquier otro rincón del mundo. Últimamente, la tendencia se está invirtiendo y ya tienen calle Rosa Luxemburgo, una luchadora que murió por sus ideas, o las políticas Dolores Ibarruri o Ana Tutor. Aún quedan muchas más, pero parece que, de momento, nadie se toma el trabajo de hacerles justicia.

Madrid se escribe con M de mujer. Editorial Al y Mar (con ilustraciones). 2.800 pesetas.

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