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El desbordamiento universitario

Justo Nieto. El coste de meterse con algunas personas es gratis, pero el coste de rendirlas, o de vencerlas, puede resultar infinito, y nosotros, amigo degraduado, que estamos libres de toda sospecha ¿o no?, deberíamos con coste nulo poder pensar, lo que decimos, aunque tenga coste infinito decir lo que pensamos. Mira, degraduado amigo ¡No veo a nadie nervioso en la Universidad y esto empieza a ponerme nervioso! Pase que no nos afecte el ridículo de vender productos que nadie compra, pase que nos empeñamos en vender máquinas para lavar estrellas, pase que aún no nos hayamos enterado en las Universidades que algún día nos pedirán cuentas por no haber reaccionado a tiempo y que no nos hayamos preocupado de cambiar métodos y conceptos en beneficio de todos, no únicamente de nosotros, pase que no nos preocupe que algún día limpien las alfombras por encima y por debajo. Pase que con un autobús queramos hacer un vuelo transmediterráneo, sin saber por qué y para qué queremos que un autobús vuele sobre tan culto y herido mar, con un conductor que insulta a los pasajeros, y que además le tiene miedo al agua, que eso y no otra cosa es el símil más próximo para, en general, comprender la estructura, sus objetivos y motivaciones en su función o responsabilidad de dar dinámica respuesta a las exigencias de la Sociedad, de la Universidad Española. Pero, por lo que no paso, es por transferir a la Sociedad la responsabilidad de lo que ocurre. De esto quiero que hablemos un poco más hoy. Si la Universidad es el lugar de mayor concentración de pensamiento y de conocimiento, por lo menos deberíamos haber enunciado, anunciado y denunciado cualquier alteración desviada de la lógica. Si el legislador nos dio autonomía, nos dio la libertad de Cátedra, si nosotros creemos tener magisterio para opinar de todo hasta de lo que nos es ajeno, no podemos venir diciendo que nos han desbordado los acontecimientos o que los malos son otros, o que no sabíamos. ¡Lo podíamos haber sabido muy bien! Y aunque la verdad suele estar repartida, nunca se tiene toda la verdad, con la culpa no ocurre lo mismo. No se tiene una parte de culpa por el hecho de ser varios los responsables, se tiene toda, ¿o no? Me gustaría saber, para opinar, si nuestros responsables políticos pretenden crear una universidad pública más. Me gustaría saber si es correcto que en nuestra Comunidad Autónoma haya seis lugares, (escuelas) de Ingeniería de Telecomunicaciones, tres de Periodismo, ene que tiende a infinito de estudios empresariales (entre públicos y privados), cuatro de Agronomía... Me gustaría saber si es bueno que uno de cada siete universitarios valencianos estudie Derecho. Y, sobre todo, me gustaría saber si habría alguna manera de obtener, de algún reducido conjunto de ciudadanos y ciudadanas libres de toda sospecha, pistas y pautas, amenazas y oportunidades, información veraz y métodos serenos, para que nuestros mayores pudieran diseñar los caminos de un futuro menos azaroso, ¡uf!. Gregorio Martín. Degraduado a pesar de no estar libre de pecado, has decidido tirar la primera piedra. Con todas mis contradicciones a cuestas, me obligas a lanzar la segunda. Empiezo por asumir una importante parte de responsabilidad de los profesionales de la Universidad en el desbordamiento que describes y añado, que ambos sabemos que nuestra Comunidad no está en condiciones de dar un soporte digno a la multiplicidad de centros que citas (más los que te callas por pudor) y por ello la gran mayoría están condenados a la mediocridad. No sabemos qué hacer con 69 universidades en España y millón y medio de universitarios. Lo que hace años era saludable ha sobrepasado su equilibrio ecológico y por si fuera poco aparecen las privadas. Hemos pasado de tener un problema de demanda a uno de oferta: en economía esto lleva a la suspensión de pagos. Sin embargo, sólo muy recientemente hemos empezado a reaccionar ante este estado de cosas y no se si lo hubiéramos hecho sino se da algo tan inesperado como lo de Elche. Resulta mas fácil presionar al político que ganar excelencia científica, ya que a éstos se les vende mejor una inauguración que el trabajo bien hecho. Consecuencia, mucho dinero invertido en edificios, menos en materia gris y por si fuera poco un sector industrial que va por otros derroteros. A partir de ahora sólo nos quedan dos vías complementarias, por un lado competir entre nosotros y por otro seguir reclamando más cuota del presupuesto público. Ambas cosas juntas exigen que la regla de reparto sea justa y por tanto urgentemente tendremos que dotarnos de mecanismos democráticos extraordinariamente sensibles y políticamente neutrales. Respecto a la situación que nos aguarda, que cada palo aguante su vela. Fíjate que los médicos cuando llegaron a los 18.000 titulados anuales frente a las 3.500 plazas de MIR dijeron que hasta aquí habíamos llegado y enderezaron la situación. Sin embargo otro honroso colectivo el de los abogados se llamó a andana. Ahora lo pagán los jóvenes que abarrotan sus aulas, a los que aguarda un duro futuro profesional con decenas de millares de nuevos colegas cada año. Seamos autocríticos y reconozcamos que la Universidad, a la hora de controlar su propio crecimiento, no ha estado a la altura de la concentración de pensamiento que se le supone. Esta situación, no exenta de soberbia, ha producido dos consecuencias, la primera que la Universidad no haya adquirido el hábito de dar explicaciones de su trabajo al resto de la sociedad, la segunda que el poder político la haya utilizado para intereses dudosos (¿De verdad necesitaba una segunda universidad la provincia de Alicante?, ¿Que pretende Convergència con su Pompeu i Fabra?) Supongo que muchos nos echaran en cara lo tardío de estos comentarios, no les faltará razón, pero más vale tarde que nunca, a ver si como tu dices, evitamos que se proyecte otra nueva universidad por algún que otro interés electoral. J. N. Cillero, gran pintor y amigo, me decía que había cuadros que se veían mejor desde un reclinatorio, como hay situaciones, muchas digo yo, que se tratan mejor desde el silencio. En todo caso, el escándalo es siempre un incómodo aliado, fundamentalmente por la injusticia que incorpora la vorágine, la no serenidad. Permíteme esta última reflexión, hoy, degraduado amigo, pues no quisiera que mis palabras fuesen escándalo e injusticia para quienes trabajan y trabajamos, que son y somos muchos, y que han hecho que este país esté en condiciones de codearse sin complejos con los demás. Héroes anónimos que merecen siempre nuestra admiración y reconocimiento. G. M. Es en reconocimiento a ellos, por optimismo histórico, que asumo el coste de exteriorizar estas reflexiones.

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