Indicios de que los serbios fusilaron a los presos de la cárcel de Istok tras el bombardeo aliado
El pueblo donde se instalará la Legión, marcado por la matanza de la mayor prisión kosovar
A las afueras de la ciudad de Istok, donde se instalará el batallón de la Legión que hoy desembarca en Tesalónica (Grecia), se levantaba la mayor cárcel de Kosovo. Los aviones de la OTAN la bombardearon a finales de mayo, causando más de 100 muertos entre los reclusos, la mayoría guerrilleros del ELK, según informó entonces Belgrado. Pero, según testimonios de vecinos de la zona y los indicios que se pueden observar en la prisión, muchos presos no murieron por los bombardeos de la OTAN sino que fueron ejecutados poco después allí mismo por paramilitares serbios.
Por la carretera que conduce a la prisión, un desvío a la izquierda de la ruta hacia Belo Polje, nos cruzamos con seis campesinos albanokosovares: un anciano y cinco jóvenes. Bajan caminando de la sierra de Mokra, que hace de frontera entre Kosovo y Serbia, y en el monte Pogled (Mirada) supera los 2.100 metros. Llegan extenuados y mugrientos. Hace tres meses que huyeron a las montañas y, tras fracasar en su intento de cruzar a Montenegro, se ocultaron en una granja. Allí han pasado toda la guerra, alimentándose con el pan que ellos mismos fabricaban. En los últimos días no escuchaban ningún disparo y empujados por la curiosidad y el frío se decidieron a bajar al valle. Les explicamos que los soldados serbios se han retirado y que las tropas de la OTAN controlan la zona. En esta apreciación exageramos. Reciben la noticia con alivio, pero no les quedan fuerzas para la euforia.
Mientras charlamos, se detiene un turismo detrás de nosotros. Es Zoja Perlazri. Viene desde Prizren, acompañada por su tío, para ver el lugar donde murieron su padre y su abuelo. Estaban presos en Istok por un delito común y un ex compañero de cárcel les contó que fueron asesinados fríamente por los serbios. No acabaron de creerlo, porque estaba visiblemente trastornado, y quiere comprobarlo.
La prisión es un moderno complejo de más de diez hectáreas. Se cuentan al menos ocho módulos de dos pisos, con 60 celdas cada uno. Hay, además, media docena de edificios dedicados a servicios administrativos.Todos están dañados por los bombardeos. En el comedor impactaron dos bombas, pero debía encontrarse vacío en ese momento porque las sillas y mesas están cubiertas de polvo y no de sangre. Uno de los misiles derribó parte del muro que rodea el recinto carcelario. Según Nazmi Gorani, vecino de Istok, los presos aprovecharon el ataque de la OTAN para darse a la fuga. Algunos consiguieron escapar, otros se escondieron en las instalaciones. El Gobierno serbio mandó a los paramilitares, que los sacaron de uno en uno y los fusilaron. En total, murieron más de 300.
Zoja y su tío se adentran en el sótano donde está el cuarto de calderas. Allí se ocultaron sus familiares, según el relato del exrecluso. Encuentran un zapato y una muleta que pertenecieron a su abuelo y unas ropas y unos aperos de labranza en los que adivinan restos de sangre. Menos dudas ofrece el origen de unas manchas rojizas que salpican la pared de una de las galerías. Junto a ellas, hay una larga serie de orificios en el yeso que no pueden haber sido causados por las bombas ni por la metralla, sino por balas de fusil o de pistola que también han perforado limpiamente los radiadores metálicos. El pasillo ha sido invadido por un rebaño de ovejas. Seguirlas es la mejor garantía para evitar las minas. Con los cuervos, son los únicos habitantes de esta macrocárcel dentro del área bajo responsabilidad española.
Antes de la guerra, Istoc tenía 65.000 habitantes, incluyendo las aldeas que la rodean. Ahora, sólo quedan 300. Pero esta cifra se engrosa cada día con los refugiados que vuelven, por sus propios medios,más de 300.000 ya en todo Kosovo. Para la mayoría, de los casos,la alegría del retorno se tiñe de rabia al descubrir que su casa ha sido consumida por el fuego. Es el caso de Sali Gusturanat, de 53 años, que regresó el jueves. En marzo fue expulsado a punta de fusil de su casa y buscó refugio en Urcin (Montenegro). Con su esposa y sus dos hijas se ha instalado en la planta baja. Los dos pisos superiores, donde estaba la vivienda, están calcinados.
Salvo los ancianos, de Istok se han marchado todos los serbios, que representaban el 10% de la población. Algunos han dejado una venganza retardada: tres albanokosovares fueron heridos el jueves al estallarles una bomba trampa al entrar en una casa abandonada.
En la cárcel de Istok no queda ningún recluso, pero sí en las de Serbia. Ayer regresaron al pueblo seis vecinos que el Ejército yugoslavo se llevó prisioneros el pasado día 11, cuando tuvo que retirarse de la zona. Ismet Tosaj, junto a otros 165 varones albanokosovares, llegó en una caravana de la Cruz Roja, que está recorriendo Kosovo para llevarles a sus localidades de origen. Hasta el sábado, Ismet estuvo en la prisión serbia de Zajeqar. Como sus compañeros, ha vuelto con la cabeza rapada, el rostro demacrado y profundas marcas en las muñecas. Cuando la Cruz Roja le dejó frente a su casa quemada, sin más enseres que un colchón y una caja de alimentos de primera necesidad, se le saltaron las lágrimas. Pero él está vivo. No sabe si su familia ha tenido tanta suerte.
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