La reforma alemana
El Gobierno alemán aprobó ayer el paquete de medidas de reformas y ahorro en el gasto público que el canciller Schröder había declarado piedra angular de su legislatura. El ahorro de más de 2,5 billones de pesetas tendrá repercusiones sociales en la sanidad, en los salarios del sector público y en la vivienda. Las críticas de sindicatos y algunos sectores del propio partido socialdemócrata -y también de los verdes- no se han hecho esperar y crecerán según se movilicen los afectados. Las dificultades para imponer reformas liberalizadoras en Alemania son proverbiales. Pero el Gobierno parece tener capacidad suficiente para aguantar las presiones que ya se anuncian, máxime cuando se siente reforzado tras la guerra de Kosovo y que no parece considerar su abrumadora derrota en las elecciones europeas más que como una proclamación de mal humor del electorado. Schröder mostraba ayer su entusiasmo por lo que considera un gran logro en pro de la modernización de las estructuras fiscales y administrativas. El artífice del plan, el ministro de Finanzas, Hans Eichel, insistía en que los recortes imponen sacrificios a todos, pero de forma equitativa y equilibrada.
Las críticas de los conservadores también han sido contundentes, pese a que este plan es muy similar al defendido por el anterior Gobierno, atacado entonces con fiereza por la oposición del SPD. Habrá que esperar para ver si el equipo que dirige Schröder muestra mayor rigor en los detalles de sus proyectos de reforma que en anteriores ocasiones. Alemania necesita los cambios, pero el canciller parece tener dificultades para mantener una mínima unidad de criterio en su plana mayor. Lafontaine se fue, pero quedan sus partidarios.
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