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Un mundo lleno de valores

Gran parte de nuestra sociedad está convencida de que el deporte es negocio y espectáculo. Esto es cierto, especialmente a nivel profesional. Sin embargo, lo que me gustaría destacar por mi experiencia personal es cómo ayuda -quizás ésta sea su aportación más importante- la práctica del deporte a una buena educación. En mi caso, por la gran cantidad de tiempo que le he dedicado, el deporte ha sido algo más que un complemento en mi formación; ha tenido un papel fundamental, en torno al cual ha girado casi toda mi vida. Distinguiría tres etapas diferentes: la primera, desde que era un niño hasta los quince o dieciséis años; la segunda, hasta los diecinueve, y la última, desde que soy profesional.

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Cerca del juego y lejos de las medallas

Con ocho años empecé a jugar al baloncesto en el Estudiantes, el equipo de mi colegio. En esta etapa practicaba además otros muchos deportes. A esta edad, las dos cosas más importantes que me aportaron estos juegos, porque entonces eran solamente eso, juegos, fueron: por un lado, una gran ayuda en mi desarrollo físico (coordinación, conocimiento del cuerpo...). Por otro lado, al ser el baloncesto un juego de equipo, aprendí a relacionarme y convivir con niños de mi edad de un modo distinto a como lo solemos hacer en el colegio. En aquel momento, como todos mis amigos, jugaba al baloncesto, fútbol o tenis sencillamente por diversión, y esto revela algo clave. A una edad en la que todo aprendizaje debe ir acompañado de un componente lúdico, el deporte cumple perfectamente este requisito. Nos aporta valores y enseñanzas importantes mientras pasamos muy buenos ratos.

La segunda etapa comenzó cuando, al crecer e ir subiendo de categoría en la cantera del Estudiantes, la exigencia y la competencia se iban haciendo cada vez mayores. Aumentaron las horas de entrenamiento y el baloncesto tomaba mayor protagonismo en mi vida. Por supuesto, todavía era perfectamente compatible con los estudios y la vida normal de un chico de mi edad; eso sí, con esfuerzo. Yo no lo veía como un sacrificio, porque me encantaba lo que hacía, pero es evidente que, al ocuparme cada vez más tiempo, me vi obligado a elegir y renunciar a otra serie de posibilidades. En estos años aprendí que los que progresaban más no siempre eran los que tenían más talento, sino los que ponían mayor concentración e ilusión en cada entrenamiento y partido.

La última etapa se inicia cuando entro en el baloncesto profesional, al fichar hace cinco años por el primer equipo de Estudiantes. He podido comprobar que el deporte profesional es otro mundo. La exigencia física llega a ser excesiva, se busca el máximo rendimiento siempre y muchas veces no da tiempo a que el cuerpo se recupere; no perdamos nunca de vista que el útil de trabajo que tenemos los deportistas es nuestro cuerpo. El desgaste es máximo.

Un hecho se hace patente de forma decisiva cuando los deportes de equipo son profesionales. El equipo funciona bien cuando cada jugador aporta sus cualidades individuales (unos tendrán más talento; otros, mayor capacidad física; otros serán más listos...), pero, por encima de todo, cada uno respeta y da absoluta prioridad al objetivo común. Esto es algo que he aprendido bien jugando en un equipo como Estudiantes.

No quiero terminar sin mencionar lo que me parece más duro del deporte: las lesiones. Las he vivido de cerca y, aunque he pasado momentos malos, han contribuido de forma decisiva en mi educación y manera actual de ver las cosas. Normalmente, nos quejamos mucho cuando las cosas nos van mal. He conocido, durante mis rehabilitaciones, gente con problemas graves de verdad con un espíritu y un optimismo envidiables. Esto me ha enseñado, en primer lugar, que soy un privilegiado no sólo por poder hacer deporte a alto nivel, sino, básicamente, por tener buena salud, y en segundo lugar, que hay que saber disfrutar de los buenos momentos.

Cuando somos pequeños oímos a nuestros padres y profesores que nos hablan de valores importantes, como la constancia, el sacrificio, el esfuerzo y el trabajo. Nos dicen que a largo plazo esto es lo que nos dará resultado. Estos consejos, en ese momento, los escuchamos sin prestarles demasiada atención. Yo, actualmente, creo profundamente en ellos. En gran medida, lo he aprendido gracias al deporte.

Gonzalo Martínez Martínez es jugador del Adecco Estudiantes desde la temporada 1994-1995 y estudiante de tercero de Económicas en la Universidad Autónoma de Madrid.

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