_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

LA CRÓNICA Ir a por tabaco (y no volver jamás) MARÍA JAÉN

Irse de casa. "El meu marit va desaparèixer. Va tornar de la feina, va posar la cartera contra la paret, em va preguntar si havia comprat pa. Devia ser cap a dos quarts de vuit". Así empieza la segunda novela de Marie Darrieussecq (Naixement dels fantasmes, Empúries / Anagrama), en la que una mujer describe el terrible golpe emocional que supone la desaparición de su marido y cómo consigue acostumbrarse a esa ausencia. Leo este inicio de novela, contundente y sencillo como debe ser siempre el primer párrafo de una historia, y pienso inmediatamente en otras historias que he leído. Historias de desapariciones conyugales: Wakefield, el cuento de Nathaniel Hawthorne ("l"home, fent veure que se n"anava de viatge, es va allotjar al carrer contigu a casa seva i, sense que en sabessin res la dona ni els amics i sense cap motiu que expliqués aquest desterrament voluntari, hi va viure més de 20 anys"), y Sentimental, la novela de Sergi Pàmies ("l"home que fa un moment ha dit: "Vaig a comprar tabac", no tornarà mai més a casa seva"). Puede que estas historias no tengan nada que ver entre ellas, pero cuando quieres (los críticos suelen hacerlo a menudo), siempre encuentras parecidos: dicen que Hawthorne precede a Kafka y de Kafka precisamente hablaron la mayoría de críticos tras leer Marranades, la primera novela de Darrieussecq (Gregor Samsa convertido en insecto frente a la metamorfosis de la mujer-cerda). Tanto el esposo de Hawthorne como el de Darrieussecq acaban regresando a casa. El primero, tras una ausencia absurda de 20 años, tranquilo como si no hubiera estado fuera más de un día, convertido en marido afectuoso y fiel hasta la muerte. El segundo, casi de inmediato; de hecho, no ha llegado a desaparecer, sigue estando allí, aunque la mirada de la esposa lo vea ahora convertido en otro. Metonimia, sinécdoque y metáfora. La novela de Darrieussecq se presentó el pasado jueves en el Instituto Francés. Primero habló Dolors Oller, de la dificultad y la sinceridad del texto, del aire inquietante que se respira en la lectura, de la angustia de la narradora, de los fantasmas que se personan en la mente de la esposa abandonada: el sentimiento de culpa, los remordimientos por el trato negligente hacia el marido. Después habló la autora. "No estoy de acuerdo en casi nada". La respuesta de Darrieussecq provocó la sonrisa de algunos de los asistentes al acto; a otros -probablemente habían leído ya la novela- les pareció previsible y lógica. Las palabras de la escritora no hacían sino corroborar la afirmación de Oller. El texto de Darrieussecq es un texto difícil, que admite distintas interpretaciones, puede leerse en clave filosófica o simbólica, de absurdo o de misterio, puede incluso ser leído sin sentir en absoluto la necesidad de interpretarlo, aunque para la autora esté claro: la desaparición del marido significa la transformación de la realidad de la mujer. Una metáfora pura. Los fantasmas y el amor. Hay aún otro modo de leer este libro. Como el cuento de Hawthorne -ahí va otro parecido razonable, y eso que me lo saco de la manga,- ésta es también una historia de amor. "El primer amor te hace creer que yo soy èl y él es yo, que somos dos y uno al mismo tiempo; con el segundo te das cuenta de que yo soy yo y los otros son los otros. En mi novela, él está allí, y ella entiende que puede vivir sin él, con él pero sin él". Es otra manera, original, extraña, de explicar lo que han contado ya tantos autores, que el tiempo, la convivencia, condicionan nuestra manera de mirar / amar el mundo / los hombres; que satisfacer nuestra ansia, llenar ese vacío que nos regalan con la vida, no depende de los demás -amigos, amantes, esposos, madres e hijos-, sino de nosotros mismos. Darrieussecq no cree en los fantasmas. "Los fantasmas son una metáfora de lo que nos falta. La protagonista entiende que lo que le falta nadie podrá dárselo: nadie puede consolarme, nadie puede darme lo que necesito, encontrarlo depende tan sólo de mí". Eso es lo que la mujer entiende, lo que no cuenta el cuento es si encuentra por fin el modo de hacerlo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_