Prueba fracasada
La gravísima crisis alimentaria provocada por la utilización en Bélgica de piensos contaminados con dioxina -un tóxico cancerígeno- para alimentar animales para el consumo humano ha colocado a los consumidores europeos ante una inquietante evidencia: las redes de protección necesarias para garantizar las condiciones sanitarias de los alimentos funcionan con lentitud y con dudosa eficacia. Diez días después de estallar el caso de los pollos tóxicos, extendido después a los cerdos y a otros animales de granja, el perímetro de la carne contaminada se ha alargado considerablemente, pero sus límites siguen siendo confusos. Cientos de miles de toneladas de alimentos han sido apartados cautelarmente de los mercados en toda Europa, las sospechas se han extendido y las ventas de pollo han descendido alarmantemente en países no afectados por la intoxicación. Caben pocas dudas de que el principal responsable de esta amenaza a la salud pública europea es el Gobierno belga. En primer lugar, por el inexplicable retraso, más de dos meses, con que dio la voz de alarma sobre el envenenamiento de los animales con piensos contaminados. Pero también por su incapacidad, una vez conocida la catástrofe, para articular sistemas de información sobre productos de cuarentena obligatoria distribuidos hacia otros países. Es inaceptable, en una amenaza de esta naturaleza, que Bélgica tarde diez días en entregar a la Comisión una relación completa de las granjas afectadas por el envenenamiento. En un mercado plurinacional abierto, sólo puede combatirse con eficacia cualquier foco de alarma alimentaria con información solvente desde el punto de origen. Ésta es una de las lecciones que cabe extraer de este fracaso de los sistemas de control sanitario en Europa.
Además de las sanciones comunitarias que se apliquen a Bélgica, cuya procedencia parece fuera de toda duda, lo importante es que la Comisión y los responsables políticos europeos extraigan conclusiones útiles de este peligroso lance. La reunión de los ministros de Agricultura que comienza mañana debería servir para articular sistemas de alerta que permitan, mediante controles en origen, contener rápidamente situaciones semejantes. Incluyendo el criterio, decisivo en el caso alimentario, de la credibilidad. Que en este caso no se ha conseguido mantener.
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