Jugar a los chinos
Con la sinceridad desarmante que le caracteriza, Szeemann ha explicado la comparativamente masiva presencia de artistas chinos en el Apertutto como el resultado de su fascinación personal tras un viaje realizado por ese inmenso y aún enigmático país. Ha traído, en efecto, 15 chinos, casi todos perfectamente desconocidos. Pero esta decisión del comisario, tan subjetivamente arbitraria como para calificarla en principio de su personal forma de "jugar a los chinos", ha resultado una estimulante sorpresa. Lo es, en primer término, por la calidad y el interés de todos los chinos invitados, pero, sobre todo, por su electrizante sentido del humor, un humor que maneja una variedad de registros notabilísima y nunca tópica. Por lo demás, casi ninguno de ellos se queda en lo ingenioso o superficialmente burlesco, sino que aporta una buena dosis de carga de profundidad. En realidad, no es que haya muchos chinos en esta bienal o que esta presencia dé un sabor exótico al conjunto, sino que nos abre nuevas perspectivas.
De esta manera, desde los paisajes "invisibles" de un Qiu Shihua hasta la espectacular y atronadora instalación de Chen Zhen, un nuevo mundo se nos ofrece de forma, casi siempre, deslumbrante.
Estos nuevos artistas chinos manejan todos los medios y técnicas posibles, y, por encima de todo, su forma de relacionar lo tradicional y lo más renovador, material o conceptualmente, posee una fuerza insólita. Así que, sea cual sea la razón que ha impulsado a Szeemann a "jugar a los chinos", ha logrado descubrirnos, nunca mejor dicho, un nuevo continente. Esta 48ª edición de la Bienal pasará seguramente a la historia por la revelación de este tonificante viento artístico del Este.
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