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Tribuna
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Hacia un índice de precios al consumo más ágil

La autora explica qué es el índice de precios al consumo y el porqué de los cambios que se van a hacer en su cálculo

El Instituto Nacional de Estadística prepara para fechas próximas un cambio de base del índice de precios al consumo (IPC). Y va a aprovechar la ocasión para introducir una serie de mejoras metodológicas. Pronto tendremos en España un IPC más ágil, más apto para reflejar la realidad aceleradamente cambiante del país y en línea con los que ya existen en los países estadísticamente más avanzados. El IPC es un indicador de la evolución en el tiempo de los precios de los bienes y servicios consumidos por los hogares. Para saber cuáles son los bienes y servicios que éstos consumen, y en qué cantidad lo hacen, es decir, para elaborar lo que se llama la cesta de la compra, se pide la información a los propios hogares a través de la Encuesta de Presupuestos Familiares. Por eso la calidad del IPC depende en buena medida de la colaboración de los hogares en esta encuesta, y de su interés en proporcionar al INE una información completa y veraz. A los hogares seleccionados en la muestra se les pide un pequeño esfuerzo, consistente en rellenar unos cuestionarios, esfuerzo que en el último término repercute en beneficio de todos, empezando por ellos.

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Esta encuesta permite identificar los bienes y servicios que se consumen por los hogares en cantidades significativas. Pero lógicamente sería imposible el seguimiento de todos y cada uno de los artículos existentes en el mercado dentro de cada tipo de consumo. Por eso se selecciona una muestra de estos artículos que represente a la totalidad, tomando también como base la información proporcionada por la encuesta y aplicando criterios consensuados internacionalmente. Concretamente, nuestra cesta consta de 471 artículos, y es una de las más completas del mundo.

Se dice que los artículos representativos de cada tipo de consumo, así como los nombres de los establecimientos concretos donde se recogen los precios, constituyen uno de los secretos mejor guardados del país y, efectivamente, así es. En realidad, solamente los conocen dos personas. Esta reserva es la mejor garantía de que no va a haber manipulaciones. Es una muestra más de la independencia política y la absoluta neutralidad con la que actúa el INE, y que le permite mantener el alto grado de credibilidad que tanto los ciudadanos españoles como los mercados internacionales conceden a las cifras que publica.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que no todos estos bienes y servicios son consumidos en igual cantidad. Un aumento de precio en un artículo de alto consumo deberá repercutir más en el índice que un aumento similar en un artículo que se consuma comparativamente poco. Por eso cada artículo de la cesta de la compra tiene una ponderación diferente, también deducida a partir de la encuesta.

Evidentemente, ni estas ponderaciones ni los artículos que forman parte de la cesta de la compra se van a mantener indefinidamente en ella. Las pautas de consumo de los hogares van variando, y llega un momento en que las encuestas de presupuestos familiares nos indican que la cesta vigente se va quedando desfasada. Éste es el momento de realizar un cambio de base, en el que además de actualizar la cesta adaptando los artículos y sus ponderaciones a los nuevos esquemas de consumo, se pueden introducir algunas modificaciones metodológicas. Existe entre los países más avanzados el acuerdo de no llevar a cabo ningún cambio metodológico entre dos cambios de base, con objeto de no romper las series, ni levantar sospechas de que tales cambios puedan responder a intereses particulares de empresas o Gobiernos. En España se cambió la base por última vez en 1992, y ahora se prepara para el año 2000 una nueva actualización con novedades metodológicas importantes.

Para ser un buen indicador de la evolución de los precios de consumo de los hogares, el IPC ha de seguir muy de cerca las modificaciones en la estructura y características del mercado. En este sentido, la política de liberalizaciones que se está llevando a cabo en muchos países está requiriendo continuos cambios en los sistemas de trabajo de las Oficinas de Estadística. Por ejemplo, en España, la liberación del precio de las gasolinas ha supuesto para el INE pasar, de consultar el BOE para conocer los precios vigentes, a tener que recoger precios en las diferentes empresas distribuidoras. La actual dinámica del mercado de las telecomunicaciones es también una fuente continua de desafíos, con la implantación de nuevos operadores en el mercado, el uso creciente de Internet y la continua aparición de nuevos productos como resultado de los avances tecnológicos. Como consecuencia de todo esto, se viene observando que las pautas de consumo de los hogares, que antes evolucionaban muy lentamente, cambian ahora cada vez con más celeridad.

El método tradicional de fijar una cesta inamovible de productos y ponderaciones durante una serie de años ya no resulta idóneo para reflejar estas variaciones con la agilidad requerida. Por eso, el INE está diseñando una nueva metodología del IPC sobre la base de una cesta dinámica, que pueda irse adaptando a la realidad con una mayor frecuencia, del tipo de las que ya se han implantado en el Reino Unido o Francia. Para ello viene preparándose desde hace dos años: en lugar de hacer la gran Encuesta de Presupuestos Familiares que tradicionalmente precedía a un cambio de base y proporcionaba la información necesaria para llevarlo a cabo, inició en 1997 una encuesta continua trimestral a 8.000 hogares. Esta encuesta genera un flujo anual de información suficiente para seguir de forma cercana y fiel la evolución de los hábitos de consumo.

La nueva metodología permitirá actualizar anualmente las ponderaciones de las estructuras de consumo y la cesta de la compra, incorporando la información que aporta la Encuesta Continua de Presupuestos Familiares. Pero además va a facilitar la aplicación de tratamientos específicos nuevos a sectores concretos, cuya evolución en el mercado así lo requiera. Tal es, por ejemplo, el caso de los sectores de telefonía, electrónica e informática y, en general, todos los relacionados con la llamada sociedad de la información, cuyo dinamismo requiere un proceso de seguimiento especialmente ágil. En realidad, el INE ya ha demostrado su sensibilidad a este problema incluyendo en el IPC la telefonía móvil desde 1998, varios meses antes de que lo hicieran la mayoría de los países de la Unión Europea.

Ahora bien, no olvidemos que el IPC es un indicador de grandísima repercusión económica y social, pues, entre otras cosas, es punto de referencia tanto en negociaciones salariales como en actualizaciones de pensiones y rentas de alquiler. Es lógico, por tanto, que los agentes sociales se impliquen de alguna manera en su elaboración.

Por eso, cada vez que se aborda un cambio de base, se consensúa la nueva metodología con los usuarios a través del Consejo Superior de Estadística, un órgano en el que están representados los sindicatos, las organizaciones patronales, las asociaciones de consumidores y usuarios, las Reales Academias, el Banco de España, algunos colegios profesionales y sociedades de investigación estadística, los medios de comunicación y el Gobierno.

En el ámbito internacional, la Oficina de Estadística de la Unión Europea, Eurostat, supervisa estas modificaciones, y apoya todas las que propicien un acercamiento de posiciones entre los quince países miembros que conduzcan finalmente a un IPC totalmente armonizado. Además, para discutir y tratar de resolver los múltiples problemas que actualmente se presentan en el cálculo del IPC -algunos de los cuales se pusieron de manifiesto en el famoso informe Boskin- se ha creado a nivel mundial un grupo de trabajo, el llamado grupo de Otawa, formado por expertos de los países más avanzados en estos temas, y en el que el INE ha sido por primera vez invitado a participar. En la próxima reunión, que está prevista para este mes de agosto, se va a presentar la nueva metodología del INE, que será discutida por los mejores expertos del mundo.

Curiosamente, a pesar de la notable incidencia del IPC en nuestra vida cotidiana, su metodología es, en general, bastante desconocida. Muchas de las polémicas que aparecen de forma recurrente en los medios de comunicación, como, por ejemplo, la influencia del precio de la vivienda en el IPC, o, más recientemente, la repercusión de las subidas de precio del sector hotelero, se resolverían con unas cuantas precisiones metodológicas.

En el primer caso, hay que aclarar que el precio de adquisición de la vivienda no forma parte el índice, ya que se considera una inversión y no un consumo. Sí se recoge, en cambio, el incremento del precio de alquiler para las que están efectivamente alquiladas, y también el de los gastos generales de mantenimiento de la vivienda.

Veamos qué ocurre con el sector hotelero. Como el IPC considera solamente el consumo de los hogares, no incluye el destinado a la inversión, ni lo que consumen las empresas o individuos en su actividad productiva y profesional. Esto implica que ni los servicios contratados a los hoteles por los touroperadores, ni las ofertas que aquéllos hacen a las empresas para viajes de negocios van a ser recogidos por el IPC. Sí lo son, en cambio, los precios que efectivamente paga el cliente cuando contrata directamente con el hotel, o los que abona a una agencia por un viaje organizado.

Terminaremos diciendo que para conseguir los precios de los artículos que forman la cesta, cerca de 200 entrevistadores del INE visitan una muestra de unos 29.000 establecimientos repartidos por toda España, y localizados en municipios de todos los tamaños, y recogen aproximadamente unos 150.000 precios mensuales. Una operación gigantesca, y que reviste al mismo tiempo un cierto carácter artesanal, pues cada artículo y cada lugar de recogida ofrecen peculiaridades que deben ser tenidas en cuenta.

Pilar Martín-Guzmán es presidenta del Instituto Nacional de Estadística.

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