El pinchazo tecnológico y la guerra comercial menguan la fortuna de los más ricos del planeta
Elon Musk es el más perjudicado entre los multimillonarios, que han visto esfumarse cientos de miles de millones de patrimonio en las últimas semanas por las caídas de la Bolsa


Un viejo dicho bursátil afirma que la Bolsa sube por las escaleras y baja en ascensor, un modo de advertir de lo rápido que desaparecen a veces unas ganancias que ha costado meses o años obtener en los mercados. 2025 tiene algo de eso: las mayores fortunas del planeta han visto cómo la euforia inicial por la victoria de Donald Trump —a cuya toma de posesión asistió la flor y nata de los más acaudalados— ha ido seguida de un repliegue aún mayor por parte de Wall Street. No es un crash, ni borra lo conseguido en los más de dos años de vino y rosas de que han disfrutado los índices en Estados Unidos, pero su impacto ha dejado huella en los grandes patrimonios globales, muy dependientes de la evolución de sus participaciones en Bolsa: cientos de miles de millones se han esfumado en cuestión de semanas al ritmo de la guerra comercial y la incertidumbre a la que la nueva Administración republicana aboca a la economía.
Un vistazo a la lista de los diez más ricos del mundo que publica Bloomberg basta para hacerse una idea de los más damnificados por la corrección de las últimas semanas, encabezada claramente por Elon Musk (que atesora 310.000 millones de dólares, pero pierde la friolera de 175.000 millones desde sus máximos del 17 de diciembre, un 56% del total). Le siguen el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, con 53.000 millones menos, y el de Amazon, Jeff Bezos, con 43.000 millones, actualmente tercero y segundo en el ranking respectivamente, que alcanzaron su pico de riqueza en febrero.
Las cifras son difícilmente asimilables: si se les suma los retrocesos desde máximos recientes del exconsejero delegado de Microsoft, Steve Ballmer (-18.000 millones); de los cofundadores de Alphabet, Sergey Brin (-31.000 millones) y Larry Page (-33.000 millones); y del fundador y máximo accionista de Oracle, Larry Ellison (-39.000 millones), todos ellos parte del top ten, la debacle conjunta supone 392.000 millones de dólares evaporados, unos 360.000 millones de euros. Tanto como dos veces y media el valor en Bolsa de Inditex.
Entre los que esquivan las turbulencias destacan dos nombres: el veterano inversor Warren Buffett con su conglomerado Berkshire Hathaway, y el emperador del lujo, el francés Bernard Arnault, dueño de LVMH. El primero se ha beneficiado de haber reducido su exposición a Bolsa con fuerza, acumulando niveles récords de liquidez que ha dedicado a comprar activos más conservadores, como deuda estadounidense. Y el segundo, del viraje de los inversores hacia las empresas europeas, que a diferencia de lo que ocurre con sus pares norteamericanas, llevan un comienzo de año muy rentable. Son los dos únicos que no tienen la tecnología como principal fuente de ingresos, más allá de que Buffett conserve todavía una importante participación en Apple, que ha ido reduciendo con fuerza desde el 50% de su cartera que llegó a representar en 2023, al 26% de septiembre del año pasado.
¿Por qué son los magnates tecnológicos los más golpeados? Cuando los inversores entienden que vienen tiempos de bonanza y pierden el miedo al puñado de riesgos que siempre sobrevuelan los parqués, suelen decantarse por las acciones de crecimiento, las tecnológicas, cuyas valoraciones tienden a hincharse porque en muchos casos recogen más las expectativas de un futuro presuntamente más próspero —caso de la inteligencia artificial— que sus beneficios actuales.
Sin embargo, cuando sucede lo contrario y los temores de recesión arrecian, son las primeras en verse penalizadas. Eso ha ocurrido en estos casi tres meses: el Nasdaq tecnológico pierde casi un 8%, y los llamados Siete Magníficos un 15%, lo cual ha redundado en la hacienda de los multimillonarios. Ocho de los diez más ricos están vinculados de algún modo al sector tecnológico, por sus paquetes de acciones en firmas como Amazon, Apple, Alphabet, Nvidia o Tesla, la más golpeada —vale la mitad que en diciembre—, que si bien vende coches eléctricos, es considerada por muchos una tecnológica debido a sus inversiones en vehículos autónomos o inteligencia artificial.
No toda la corrección es atribuible a las políticas de Trump. Las valoraciones de las grandes tecnológicas ya eran objeto de debate antes de su llegada a la Casa Blanca. Y no es raro que haya periodos de recogidas de beneficios cuando algo ha subido mucho, como era el caso.
La paradoja de Musk
El mal comportamiento de las Bolsas también afecta al ciudadano común, dado que decenas de millones de estadounidenses invierten parte de sus salarios en acciones o tienen sus planes de pensiones ligados a la evolución de Wall Street. Sin embargo, el bajón de Tesla, y por tanto, el de la fortuna de Elon Musk, está generando cierto jolgorio entre el creciente grupo de detractores del millonario nacido en Sudáfrica. Su implicación política al lado de Trump, sus despidos masivos de empleados públicos, y su respaldo a partidos ultraderechistas de todo el mundo está pasando factura a la firma de coches eléctricos, objeto de un boicot. La semana pasada, el gobernador de Minnesota, Tim Walz, que fue candidato demócrata a la vicepresidencia como número dos de Kamala Harris, bromeaba ante los asistentes a un mitin en Wisconsin sobre cómo le alegraba el día mirar en su teléfono móvil cómo la cotización de Tesla se desploma día sí, y día también. “¡225 y bajando!”, exclamó ante su público, refiriéndose al menguante precio por acción del fabricante de automóviles.

Musk vive una paradoja. Probablemente acumula actualmente más poder que nunca antes debido a su relación con Trump, pero a la vez está viendo cómo Tesla pierde parte del aura que la catapultó un día a superar el billón de dólares de valor en Bolsa y estar entre las diez mayores empresas por capitalización debido a la feroz competencia china —BYD acaba de lanzar una tecnología para cargar el coche eléctrico en solo cinco minutos— y a su mala reputación entre sectores cada vez más amplios de la población.
No es el único contrasentido que afronta. Ante la caída en Bolsa de Tesla, Donald Trump organizó un acto propagandístico en la Casa Blanca para comprar un vehículo de la marca, respaldar a su amigo, y acusar a “radicales lunáticos de izquierda” de organizar un boicot. Pero como explicó al Financial Times Per Lekander, del hedge fund Clean Energy Transition, la estrategia de promover coches eléctricos entre unas bases republicanas favorables a ampliar las perforaciones petroleras y acostumbradas a vehículos de gran tamaño quizá no dé resultado. “Musk busca compradores en el lado equivocado. Quienes compran Teslas no son los que llevan botas de cowboy”.
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