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FIN DE LA GUERRA El balance militar

La "guerra limpia" de la OTAN estuvo salpicada de errores, pero permitió una victoria aplastante

, La OTAN ha obtenido un triunfo militar aplastante sobre Yugoslavia, pero polémico, sin gloria popular. La táctica de guerra limpia elegida por los aliados le ha permitido derrotar sin paliativos a las fuerzas de Slobodan Milosevic. Pero la expulsión de casi un millón de albanokosovares perpetrada por Serbia ha sido vista por muchos como una consecuencia del bombardeo aliado, y los errores de los aviones de la OTAN, estadísticamente poco significativos, han tenido un impacto terrible en Occidente. La guerra desde el aire se ha ganado, pero las consecuencias de esa táctica nutrirán de argumentos a sus detractores.

"Ha sido una campaña muy técnica, preparadísima, en la que la calidad ha sido mucho más importante que la cantidad", explica una fuente militar aliada, rechazando así las acusaciones de que la OTAN esperaba ganar en unos pocos días y ha ido improvisando. "Y ha acabado con cero bajas para la OTAN; eso es algo irrepetible", agrega esa fuente. "La campaña aérea se ha basado en la organización y ha sido planificada por un militar de tierra, no por un militar de la aviación, el general Wesley Clark", añade esta fuente militar. "Una campaña en la que el objetivo número uno era evitar por todos los medios la muerte de civiles". Pero pese a ese éxito rotundo, la victoria aliada se verá siempre empañada por dos factores: la limpieza étnica y los errores que han provocado la muerte de decenas o quizá centenares de civiles. "Es imposible decir si una planificación distinta a la decidida hubiera evitado la limpieza étnica", se defiende este militar. Y rechaza que una planificación similar a la de la guerra del Golfo hubiera evitado la expulsión de los albaneses de Kosovo. La diferencia entre ambos escenarios es que en Yugoslavia la OTAN ha ido aumentando la intensidad de los bombardeos y las amenazas de invasión terrestre en función de las necesidades de cada momento. En el Golfo, Estados Unidos optó por una vía más clásica: anuncio explícito de invasión terrestre y campaña aérea previa para allanar el camino. Las tropas de aquellos aliados se concentraron en la zona antes de que empezaran los ataques por el aire. Los aliados de esta guerra, la de Kosovo, han ido aumentando su presencia bélica poco a poco, y sólo han utilizado la invasión como un arma de presión. La guerra de Kosovo empezó el 24 de marzo con acciones aéreas que se centraron al principio en la destrucción del sistema de defensa: ataques a las baterías antiaéreas, a los centros de mando que daban las órdenes de disparar y a los campos de aviación, para paralizar a los cazas yugoslavos. En una segunda fase, los objetivos se fueron extendiendo a depósitos de municiones y de petróleo, las telecomunicaciones y las vías de comunicación. Luego se intensificaron las acciones aéreas contra los objetivos de doble uso militar y civil -como los puentes o las centrales eléctricas-, y los ataques sobre el terreno a las tropas yugoslavas que se movían por la provincia (artillería, vehículos de transporte, blindados, etcétera).

Un Ejército no operativo

Estadísticamente, la campaña aérea ha sido casi impecable. La aviación serbia prácticamente no existe, y Milosevic ha perdido centenares de piezas de artillería pesada y ligera. Las infraestructuras de Kosovo han quedado arrasadas, y las de Serbia, muy dañadas. Aunque el número de soldados muertos puede llegar hasta los 12.000, según estimaciones aliadas (tan sólo 462 soldados y 114 policías especiales, según declaró ayer Milosevic), las muertes de civiles son muy inferiores (unos 2.000, calcula la OTAN) y probablemente han muerto más albaneses por las represalias lanzadas por los serbios que civiles por las bombas aliadas. Pero cada civil muerto bajo los misiles de la OTAN se ha convertido en una bomba propagandística contra los aliados. La Alianza Atlántica nunca ha podido superar el lastre mediático de que las únicas imágenes de esta guerra han sido el éxodo de los kosovares, los civiles muertos por los errores aliados, las fábricas incendiadas y las casas destruidas por la OTAN. Nadie ha podido ver las fosas comunes, las ejecuciones sumarias, las deportaciones forzadas, las violaciones a las mujeres albanesas, el linchamiento de los kosovares, los pueblos incendiados, los campos de detención y de concentración supuestamente organizados por Milosevic o las penurias de medio millón de albanokosovares que siguen vagando por las montañas de su tierra, probablemente desnutridos y enfermos. Esa segunda guerra, la mediática, empezará ahora, cuando los soldados aliados puedan descubrir las matanzas que los serbios no hayan podido camuflar en estos días de retirada.

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