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Tribuna
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Invasión taurina del lenguaje

La incursión de los referentes taurinos en la espesura de los lenguajes especializados, lejos de mostrar indicios de repliegue al calor de los movimientos de defensa de los animales, se hace con espacio propio en tertulias, periodismo impreso, por no hablar de los aforismos y locuciones coloquiales a pie de barra de cafetería. Lo que no es capaz de conseguir el espectáculo taurino propiamente dicho en el ensanche de su sustrato de manifestación singular, viene a ser atenuado por la presencia de los vestigios de la tauromaquia en muchas disciplinas que poco o nada tienen que ver con ella, pero que son atravesadas por afiladas expresiones consustanciales a tanto tiempo de convivencia.Vayan ejemplos de valor ilustrativo. Ígor Ivanov, ministro de Asuntos Exteriores ruso y ex embajador en Madrid, decía en este periódico el 8 de octubre pasado, con el horizonte kosovar en perspectiva, que el intento de debilitar al presidente yugoslavo mediante una intervención militar sería como "picar a un toro para luego torearle mejor", a lo que añadió que "piensan que podrían torear mejor a Milosevic después de sangrarle un poco, pero se equivocan: ése sería otro toro". Quién iba a imaginar que un ruso podría ligar las suertes diplomáticas con el conocimiento del tercio de varas.

Dos días antes, el 6 de octubre de 1998, también en EL PAÍS, se reseñaba el acto de entrega del Premio Nacional de las Letras a Francisco Umbral y se hacía eco del hostigamiento del premiado hacia José Antonio Primo de Rivera al acusar al falangista de reducir "cuatro ideas de Ortega para traicionarlas, porque Ortega es el pensador barroco que hace metáforas taurinas para explicar lo que ya está claro y se deja una calva de torero, que es lo que le hubiera gustado ser".

El líder de Herri Batasuna Arnaldo Otegi con motivo de la celebración del Aberri Eguna, hacía entrecomillar, en EL PAÍS del 5 de abril pasado, la siguiente frase: "Ya somos independientes y sólo falta rematar la faena". La utilización de estos recursos deviene en normal entre la clase política. Léase al presidente del Principado de Asturias, Sergio Marqués (La Vanguardia, 11 de marzo de 1999), al censurar al vicepresidente Álvarez Cascos, iniciado al parecer en el manejo de las voces taurinas: "Cascos viene a Asturias a repartir cornadas". Mas si esta peculiaridad entra diversificada por todos los poros de las especialidades literarias, la columna periodística ejerce de anfitriona de lujo en este menester. Hasta la poco sospechosa de afición Maruja Torres dice comparativamente, el 11 de marzo pasado, en este periódico que el ex marido de Marilyn Monroe Joe DiMaggio "era directo y simple como un novillo", eco de los expertos en el juego de los novillos, de más benévola embestida que sus mayores, los toros. Mas si alguien en el periodismo político brilla con foco propio a la hora de tirar de las imágenes taurinas es Luis María Anson desde su recuadro de La Razón: habla el 27 de enero de 1999 sobre el País Vasco y dice que "continuará la estocada final de la independencia que, en el mejor de los casos, se quedará en doloroso pinchazo"; el 9 de febrero de 1999 sostiene que a "Esperanza Aguirre la encerraron en el ruedo ibérico con cuatro miuras: la educación, la ciencia, la cultura y el deporte... Se fajó con los cuatro astados y se los pasó por la delicada barriga y salió airosa del trance y de la lidia"; el 5 de marzo, a propósito del nuevo titular de Educación y Cultura, dice que "ha cogido por los pitones el asunto de las humanidades", y el 13 de abril, con Borrell y Piqué como pretextos, coloca a los dos políticos "picados en todo lo alto y por los varilargueros de la opinión pública".

Ahora bien, para delicadeza en el parangón taurino, la de uno de sus más enconados detractores, Manuel Vicent: en EL PAÍS del 2 de agosto de 1998, con el fondo de la condena por el Supremo de los altos cargos del Ministerio del Interior, el escritor levantino dice que "el público ha asimilado el veredicto a una estocada. En este caso, media, que basta". Es decir, con el mejor estilo revistero versado y familiar. Y el domingo 7 de marzo de este año, en su habitual artículo de la última, con el garrote vil como elemento, estima que esta herramienta letal era un instrumento "más humanitario o más rápido o tal vez más ajustado a la estética nacional del descabello". Su amigo Álvaro de Luna, al glosar la concesión a Vicent del Premio Alfaguara, le hace destinatario de una maldad: "Sabe tirar de cada uno de nosotros -los miembros de la tertulia del Café Gijón- como si fuéramos marionetas. Corre muy bien la muleta".

Antonio Campuzano es escritor.

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