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FERIA DE SAN ISIDRO

Un mano a mano montaraz

La providencia suele traer situaciones imprevisibles (pues en caso contrario no sería providencia). Y lo que trajo en la presente ocasión fue un mano a mano montaraz que ni los más deprimidos habrían podido concebir: Litri-El Cordobés. Sucedió porque a Vicente Barrera el segundo toro le pegó una cornada. Aquí la providencia se mostró aún más esquiva. Y no sólo con el torero -que llevaba lo suyo- sino con la afición pues, retirado Barrera, ver torear se convertía en una entelequia.Litri y El Cordobés mano a mano, ¡oh sielos!

Cuando hay manos a mano dicen que es "entre". También lo dicen de las bodas: Enlace "entre" Fulanito y Perenganita. Aquí actúa el subconsciente y en el fondo quiere significar que el enlace es una cosa que los dos se apañan y allá ellos. Pues lo mismo: mano a mano "entre" el Litri y El Cordobés: un apaño.

Guardiola / Litri, Cordobés, Barrera

Toros de Guardiola Domínguez, bien presentados ( la mayoría fuera de tipo), muy flojos, cumplieron en varas, en general dificultosos.Litri: estocada caída (bronca); media estocada trasera (pitos); estocada trasera caída (bronca). El Cordobés: pinchazo y estocada ladeada (palmas); pinchazo y estocada (silencio); pinchazo hondo, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Vicente Barrera: herido de pronóstico reservado en el muslo derecho al hacer un quite al 2º toro de la tarde. Plaza de Las Ventas, 5 de junio. 28ª corrida de feria. Lleno.

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Vicente Barrera, herido de pronóstico reservado

No es que lo tuvieran planeado, claro; de la cogida de Vicente Barrera fue responsable exclusivo la propia víctima, que ciñó las gaoneras en un quite y al ir a rematarlas el toro le pegó la voltereta. Un gañafón en el momento de caer dio la sensación de que lo podía haber partido en dos y, sin embargo, se quedó en la sisa de la chaquetilla La cornada ya la llevaba, en un muslo. Se incorporó el torero sin mirarse pero le miraron los banderilleros de su cuadrilla quienes le convencieron de que debía irse a la enfermería. Y se marchó. Enfadado, ligero y por su propio pie se marchó.

El rústico mano a mano, en fin, debió concertarse "entre"Litri y El Cordobés ante los hechos consumados. ¿Frente a frente cada cual con sus propias armas, según manda el código de los auténticos mano a mano? ¡Quite usted! Aquí, cada cual por su lado y que sea lo que Dios quiera.

Y quiso Dios que ambos artistas dieran la paliza a la afición. A lo mejor es que le guardaban rencor a la afición madrileña y se vengaban de pasadas afrentas. Los toros colaboraron en el desastre. Los Guardiola, que iniciaban teóricamente la llamada "semana del toro" en la feria (una semana de cinco días, por cierto), causaron honda decepción. De entrada, no parecían guardiolas. Se salva el primero, que traía las hechuras y la casta propias de la casa, y el resto lo mismo habrían podido llevar la firma del Tío Picardías.

La casta del primero puso en evidencia las carencias de Litri, que no daba pie con bola. Dicen de Litri que está de retirada y ha perdido sus virtudes toreras. La gente es muy gerosa. Este Litri es igual de torpón y correcaminos que el Litri de siempre, y la única diferencia consiste en que el público madrileño se ha cansado de verlo trapacear y ya no comulga con ruedas de molino. Podría hacerse la prueba: el trasteo montaraz que Litri enjaretó a los tres guardiolas, lo repite calcado en otras plazas y le sacan a hombros. Parecerá mentira pero así es la vida. Vendrá la Feria de Valencia y se habrá de ver. Se aceptan apuestas. Cuando a la encastada nobleza del primer Guardiola correspondía Litri pegando mantazos daban ganas de llorar. No se crían los toros bravos para semejante roto. Los trapazos que les dio a los otros dos ya importaban menos. Toros débiles, a su vez reservones y de media arrancada, necesitaban técnica lidiadora para dominar toreramente sus intemperancias. Lo que, teniendo asignado Litri el empeño, era pura utopía.

Similar género le correspondió a El Cordobés y utilizó la habilidad ratonera que le caracteriza. Si el toro sacaba embestida, la fórmula consistía en ahogársela. Dicho en cristiano: abortarla colocándose junto a los pitones, ponerse porfión cumpliendo cuantas prescripciones conforman el tremendismo barato. Los aficionados detectan el truco de inmediato, y lo rechazan de plano, pero a los isidros es algo que les emociona y les solaza; y como son mayoría en la plaza, resulta rentable.

Al sexto toro El Cordobés le trapaceó agrestes verónicas corriendo de un lado a otro, seguidas de chicuelinas, y los isidros le premiaron con una ovación que ni siquiera oyó tan cerrada el maestro Pepe Luis en su famoso quite "del centenario".

Abrió El Cordobés arrodillado su muleteo, de pie tuvo enganchones y sufrió coladas pues el toro pertenecía a la catadura de los inciertos; un género problemático ya que lo mismo humilla obediente que se tira al bulto. Porfió naturales en lugar de recurrir a la técnica lidiadora, mató de aquella manera y se fue por donde había venido. Le acompañaba Litri y hacían buena pareja: los dos atesoran un arte peculiar que tira al monte.

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