_
_
_
_
GUERRA EN YUGOSLAVIA Acuerdo de Paz

Una paz triste para los serbios

La sensación de alivio por el fin de los bombardeos se mezcla con la amargura de una nueva derrota

El ambiente en la ciudad de Belgrado está triste. Aún no han acabado del todo los bombardeos y los serbios ya se preparan para una posguerra que se imaginan larga y difícil. El país está quebrado por las bombas de la OTAN y ya hay quien hace sus cábalas con los futuros créditos internacionales para la reconstrucción. Tras 73 días de ataques continuados, Yugoslavia es un país aturdido que emerge de la pesadilla.El acuerdo de paz alcanzado con la comunidad internacional, la capitulación del régimen que se declaraba invencible, tardará semanas en digerirse por la población. Es la cuarta derrota en menos de 10 años. Eslovenia, Croacia, Bosnia, Kosovo... Del sueño de la Gran Serbia a la derrota total.

Más información
El presidente de Montenegro aplaude el acuerdo, pero cree que ha llegado tarde

La oposición democrática, a diferencia de la calle, no ha perdido el tiempo. Exigen por un lado a la Alianza que ponga fin de inmediato a su campaña aéra y a Milosevic que asuma la responsabilidad de la derrota, adelante las elecciones y abandone toda tentación de caldear las tensiones en Montenegro. "El cese de los bombardeos no es el fin de nuestra desgracia porque los problemas van a comenzar cuando, en la paz, nos enfrentemos a la realidad", advirtió Zarko Jovanovic, diputado de Nueva Democracia, antiguo aliado de los socialistas del presidente Milosevic. Ésta es "la derrota final" del régimen "que al fin ha destruido Serbia", sentenció el alcalde liberal de Nis, Zoran Zivkovic, quien exigió al Gobierno que deje de mentir a un pueblo "que ha sufrido la guerra en su propia carne". "Cada bomba que cae después de aceptar el plan está al servicio de quienes desean que continúe la guerra", tanto entre los "halcones de la OTAN" como entre los "extremistas" de Yugoslavia, advirtieron los monarquicos de Vuk Draskovic.

Los dos millones de habitantes de Belgrado, sin electricidad, gasolina o tabaco, vivieron su segunda noche sin sirenas, pero ya durante el día de hoy éstas volvieron a sonar tres veces y hubo ataques en los alrededores de la ciudad. También se registraron bombardeos en el norte de Serbia, en torno a Novi Sad y Sabac, y sobre todo en la franja occidental de la provincia meridional de Kosovo.

Lo podemos aguntar

"Bueno, total son unos días, ya lo podemos aguantar", comentó una mujer de mediana edad que asegura que el publeo serbio sabrá reponerse. Ella representa a un sector de la población que no parece querer enterarse de las condiciones que Serbia ha tenido que aceptar para la paz y prefiere creer que ha perdido menos que si hubiese firmado en la Conferencia de Rambouillet.La respuesta general de la gente de la calle nada tiene que ver con las respuestas preparadas de los partidos políticos, de los hombres que ahora aspiran a reemplazar a Milosevic.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En la Plaza de la República, en el centro de la capital, la que sirvió durante semanas como escenario contra los bombardeos, la visión era ayer un tanto patética: los personajes que se mecían al ritmo de cualquier rock and roll, los mismos de cada día, ayer bailoteaban ante un grupo de intérpretes del Kolo, una versión local próxima a las sevillanas. Sólo ese ritmo nacional logró conquistar la atención de los pocos creyentes de que la música puede cambiarlo todo.

Miroslav, un joven economista que pasaba por esa zona, no sabía bien qué responder a las preguntas sobre el plan de paz y la capitulación del régimen. Miró al periodista, se encogió de hombros y dijo: "No sabemos lo que va a pasar mañana". Dio dos pasos y se perdió por las calles.

Olivera Dimitrijevic, una sesentona de gorra blanca pronosticaba el fin del mundo. Olivera sostenía entre sus cartas que los únicos ganadores de esta guerra son los fabricantes de armas y que a éstos, tarde o temprano, les llegará la hora.

A unos metros de distancia, a la sombra del majestuoso monumento ecuestre al duque Mijailov, el romántico héroe serbio que defendió con pasión la soberanía de su país, un amable anciano llamado Miodrag Jeftic Dragce, vendía los opanak, las puntiagudas sandalias y botas serbias de cuero y color. Cuando se le preguntó que pensaba del acuerdo que Milosevic ha aceptado, fue prudente y bastante gráfico. "A veces es mejor que te amputen una pierna para que sigas viviendo", dijo.

Un soldado serbio que pasaba por allí parecía aliviado por el fin de la guerra. Pero aseguró que mientras vista de uniforme militar no podía expresar sus sentimientos personales.

Se alejó silbando hacia la misma calle donde, por extraña y curiosa coincidencia, funciona el Teatro Nacional de Belgrado. Anoche se estrenó en la mitad del corazón de Belgrado una inmortal obra de Shakespeare: La Fierecilla Domada.

La prensa no tuvo hoy titulares triunfalistas o impactantes: el diario oficial Politika abrió la portada con un vago "Yugoslavia acepta el documento para la paz" (sin publicarlo) y sólo el semanario Vreme fue contundente con su titular "Fin". Por debajo una dramática fotografía: un joven soldado que abrazaba a su mujer con el trasfondo de una casa destruida. Lloraban.

En el sector de la población más consciente e informado está Zoran, un publicista que no podía ocultar su depresión. "Esto ha sido una derrota militar y política", decía Zoran, para quien Serbia no disfrutará la paz más de tres o cinco años, "hasta que vengan a arrebatarle Voivodina, después de haber perdido Kosovo. Y soy optimista".

Mucha gente prefería concentrarse en el futuro: "Llevaba un año y medio trabajando aquí, pero, como una de la familia del dueño ha perdido su empleo con la guerra, pues me ha echado de un día para otro. ¡Ya ves, la paz. Sin trabajo!", se queja una muchacha, hasta hace poco empleada de un quiosco de los muchos que hay en Belgrado.

Según cifras oficiales, han perdido su trabajo medio millón de serbios, cuyas empresas han quedado reducidas a escombros por los proyectiles de la OTAN, y que ahora se suman al millón de desempleados que había antes de la guerra. El presidente de la Cámara de Comercio (oficial) de Serbia, Momir Pavlicevic, reclamó que la paz vaya acompañada de "créditos extranjeros preferenciales" para que el país pueda reparar los daños causados.

La Liga de Sindicatos de Yugoslavia (oficialista) pidió también el fin del aislamiento del país "y la más amplia ayuda internacional" para que los trabajadores puedan levantar cabeza. El acuerdo de paz hace una vaga referencia al Pacto de Estabilidad para los Balcanes, pero muchas voces en Occidente han pedido que Yugoslavia sólo sea admitida en él si se va Milosevic. Pero esa solución va a depender de los yugoslavos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_