Cepeda salva la calidad del cuarto toro en una tarde "deslucida"
Duró dos horas. Un total de 120 minutos, uno detrás de otro. Fue de las corridas más cortas y, lo que son las cosas, dio tiempo a todo. Fumar, beber, bailar (en efecto, en el tendido 7 un par de espectadores arrancó por sevillas... o algo peor), recordar tiempos mejores y... uno se durmió. "¿Dónde están los toros?", preguntó un pagano entre estupefacto y sorprendido. "Oiga, a mí no me mire". Ésta fue la réplica. "Si tantas ganas tiene de ver toros, vaya a una corrida". "¿Y esto qué es?". "Y yo qué sé". Se acabó la conversación. Mientras, en el tendido 8, poco antes de que muriera el último toro, un espectador amagaba con irse. Una señora se lo impedía. "Eso, eso que se quede hasta el final. A sufrir como todos. Será espabilado". En esto que llega la policía y se lo lleva. "A mí, guardias, a mí". "Tendrá suerte el tipo". "Si hubiera justicia en España, a ése lo pondría yo a aguantar hasta las 10"."Deslucida". Parco en palabras, el que toma la palabra es Fernando Cepeda, el único de los tres diestros que arrancó palmas. Se refiere a la tarde. De su primero, ni palabra. Ni palabra buena. "Era tan malo que lo único que podía hacer era matarlo". Del segundo, el reponsable de los únicos aplausos que se escucharon en una tarde de calima, el sevillano se extiende, pero libre de entusiasmos: "Le ha faltado transmisión, un poco de raza. Tenía buena calidad, y en correspondencia he hecho lo que se espera de mí en Madrid. Lo he entendido bien. Hay que tener en cuenta que ha sido muy protestado y eso era una dificultad añadida". Ahí quedó el único resplandor. El resto: "Yo creo que el reloj se ha parado. Si no, no se entiende". La sentencia es del que se durmió.
Babelia
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