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Crítica:ÓPERA - "THE BASSARIDS"
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Muchas gracias, señor Henze

El Teatro Real cumplió ayer con una función cultural de primer orden: el inicio de la recuperación de Hans Werner Henze para España en el terreno operístico. Madrid no es Múnich, Berlín, Hamburgo o Dresde. Lo que en estas ciudades alemanas es caldo de cultivo cotidiano, en Madrid es un acontecimiento. Al menos con The Bassarids, una laguna inexplicable para el conocimiento de la ópera del siglo XX se ha empezado a cubrir.Henze lleva ya medio siglo metido hasta las cejas en el teatro musical, desde aquella ya lejana primera versión de El retablo de las maravillas, para actores y orquesta de 1948. The Bassarids (1964-1965) se sitúa en la etapa intermedia. No es quizá su mejor título para la escena, pero sí es uno de los más brillantes y poderosos, y, sin duda, una tarjeta de presentación inmejorable. Resplandece en The Bassarids el juego de tensiones dramáticas en perfecta convivencia con una melodía de nuestro tiempo. Henze se instala en una línea de continuidad con la tradición alemana en la doble dimensión sinfónica -Mahler- y operística -Alban Berg-, para escudriñar musicalmente en la permanencia de los grandes temas derivados de Las Bacantes, de Eurípides, adaptados para la ópera por Auden y Kallman. La tragedia griega: un pozo sin fondo de actualidad.

The Bassarids

Música de Hans Werner Henze. Libreto de W. H. Auden y C. Kallman, basado en Las Bacantes, de Eurípides. Director musical: Arturo Tamayo. Director de escena: Gerd Heinz. Con Ian Caley (Dioniso, Voz, Extranjero), Vernon Hartman (Penteo), Michael Burt (Cadmo), Kenneth Riegel (Tiresias), Celina Lindsley (Ágave), Juan Jesús Rodríguez (Capitán de la guardia), Arantxa Armentia (Autonoe), Jane Henschel (Beroe). Orquesta Sinfónica de Madrid. Coro de la Comunidad de Madrid. Producción de la Ópera de Dresde. Teatro Real. Madrid, 3 de junio.

Compromiso

El eclecticismo de Henze -"me parece más interesante y más generoso ser ecléctico que no serlo", ha dicho el compositor a Javier Alfaya, en una cálida entrevista recientemente publicada en Scherzo- es musical, cultural y lingüístico. Le importa a Henze cómo se cuenta musicalmente una historia, pero también lo que se cuenta en ella. El compromiso ética-estética late hasta el último rincón. El conflicto entre Dioniso y Penteo, entre la libertad y el autoritarismo, no es nada simple, dada la evolución de los hechos. Henze lo vive moral y musicalmente desde el desdoblamiento, pero también desde la identificación con sus personajes. De ahí la capacidad reflexiva que desprende la obra y el tratamiento musical, nada demagógico, que Henze propone."¿Qué es la libertad? ¿Qué es la ausencia de libertad? ¿Qué significa la represión, la revuelta, la revolución? En el fondo, todo está mostrado, sugerido, suscitado por Eurípides. La multiplicidad, la riqueza de relaciones tangibles-sensuales entre la antigüedad y nosotros hoy, se establece por el texto de Auden, y Eurípides es llevado hasta nuestro tiempo", ha escrito Henze a propósito de The Bassarids. El oficio teatral de Henze y su capacidad de comunicación están puestos al servicio de una estructura musical que por encima de todo tiene una intención narrativa. Más aún: una intención de conmover desde la inteligencia. Los ecos de la tragedia llegan con una actualidad pasmosa. No hay simplificaciones, sino dominio de lo que se trae entre manos. La importancia de Henze se agiganta en la adecuación del tratamiento musical y teatral con los textos que maneja.

La representación de The bassarids en el Teatro Real estuvo a la altura del reto. No es la Sinfónica de Madrid la Sraatskapelle de Dresde, desde luego, pero el director Arturo Tamayo sacó de ella una lectura cargada de lirismo, de contrastes, de tensión, con una adecuada explotación de las dinámicas y, sobre todo, con pulso teatral. El Coro de la Comunidad de Madrid mantuvo también el tipo en una actuación más que notable, a falta de un punto de flexibilidad y tal vez de algo más de carácter. El equipo de solistas vocales fue impecable en su globalidad, aunque, puestos a destacar un par de ellos, habría que citar a Ian Caley y Kenneth Riegel.

La producción de Gerd Heinz para la Semperoper de Dresde es de 1997. No enamora plásticamente, pero es enormemente eficaz. Es una concepción muy alemana, a base de geometría, objetos metálicos, y un segundo plano donde se sitúa la mayor parte del tiempo el coro. La sencillez no está reñida con la simplicidad y, así, las diferentes situaciones van desfilando ante el espectador con claridad. El vestuario y la iluminación son funcionales, precisos, integrados en el planteamiento plástico.

El público reaccionó mayoritariamente a favor de la obra, y en particular ovacionó con calor a Henze en los saludos finales. Hubo algún disidente en la primera bajada de telón, otros que salieron de estampida al finalizar la ópera y un solitario que abucheó todo. La sensación que prevaleció fue, en cualquier caso, la de estar asistiendo a una ópera importante, con una realización solvente. Con The Bassarids, el Teatro Real se viste de largo, culturalmente hablando. Es una gran noticia para la ópera en Madrid. Señor Henze, muchas, muchísimas gracias.

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