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Entrevista:

Profesor de Transportes en la UPC

¿Cómo valora el sistema de peajes? R: Un sistema de peajes puede resultar interesante si funciona como elemento de regulación de la demanda, pero el uso que se ha hecho en nuestro país no es ése, sino que ha servido para financiar inversiones privadas. El resultado es que ni su ubicación ni las tarifas actúan como factores disuasorios. Los peajes, ¿son un agravio? R. En estos momentos, los peajes suponen dos agravios. El primero, debido a la gran concentración que hay en Cataluña y Barcelona; el segundo, debido a que no hay una alternativa de movilidad libre de peaje. El túnel de Vallvidrera, por ejemplo, sí tiene alternativa libre (A-18) y pública (metro) y por eso actúa como elemento disuasor. Sin el peaje, se colapsaría la Via Augusta. Es lo contrario de lo que pasa con la A-7 / B-30. El peaje hace que se sobrecargue el tráfico de vehículos pesados en tránsito por las rondas. No se ha regulado la demanda de transporte privada y se ha penalizado la actividad económica, lo que afecta a la economía de las empresas. Para que un peaje actúe como regulador de la demanda, la tarifa tiene que ser variable según se pretenda atraer tráfico o no. Un ejemplo: la autopista de Mataró podría bajar su precio de noche y eso evitaría la demanda de trenes nocturnos. La gestión de los peajes existentes, ¿tiene que ser pública o privada? R. Que los ingresos del peaje vayan destinados a dar grandes, quizás excesivos, beneficios a empresas privadas es otro agravio comparativo añadido. Si el peaje sirviese para mejorar el transporte público, se vería como socialmente justo.

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