El libro del Museo de Bellas Artes
JOSÉ LUIS MERINO El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha editado un libro sobre los contenidos artísticos que atesora en su interior. Lleva un título explicativo: Maestros antiguos y modernos. Patrocinado por la Fundación BBK, el libro consta de tres apartados: Pasado y presente del museo, escrito por su actual director, Miguel Zugaza; Las arquitecturas del Museo de Bellas Artes de Bilbao, cuya autora es Maite Paliza Monduate, y un estudio de las obras reproducidas, que son numerosísimas, inscritas en un vasto racimo de siglos, o sea, desde 1200 a nuestros días, realizado por Santiago Arcediano, Alicia Fernández, Ana Galilea y Ana Sánchez-Lassa. En calidad de addenda van los apéndices relacionados con las donaciones y legados, más la relación de obras por fecha de ingresos y bibliografía general en torno al propio museo. Sobre un recorrido de nombres de los directores que pasaron por el Museo, Miguel Zugaza cuenta determinados entresijos que conforman la historia de la propia entidad. El trabajo de la profesora Maite Paliza Monduate se ciñe al aspecto arquitectónico del edificio, a las ampliaciones, incluida la que en este momento se lleva a cabo, no otra que el proyecto ganado por concurso por un equipo de arquitectos con Luis María Uriarte Aldaiturriaga al frente. El fuerte del libro reside, como no podía ser de otro modo, en la profusión de obras mostradas a todo color. En algunos casos se reproduce la obra y a un lado un detalle agrandado de esa obra. A través de lo mostrado se comprueba una vez más el enorme interés que posee este museo bilbaíno. La colección de los primitivos españoles es formidable. Se suman artistas italianos y belgas del siglo XVI; la obra del holandés Jan Mandijn (1502-1560) Festín burlesco es una pieza de altos vuelos, sin olvidar las obras de Pantoja de la Cruz, El Greco, Alonso Sánchez Coello, Antonio Moro (Anthonis van Dashort), y tantas otras, como las firmadas por Zurbarán, Ribera, Gentileschi, Jordaens, Anton Van Dyck, Bellotto, entre otros, y un asombroso retrato del escritor Moratín, pintado por un maduro y sufriente y genial Francisco de Goya. Donde se percibe que ha podido haber problemas es en lo que atañe al arte más cercano a nosotros. Nos referimos a la hora de reproducir ésta o aquélla otra obra de tal o cual autor; del mismo modo en lo que concierne a autores concretos. Lo dijo famosamente Borges: "De las listas, lo que más se nota son las omisiones". Si tiramos de memoria, vienen al recuerdo no pocas obras de artistas significativos, dentro del último siglo, que uno ha visto con especial interés en este museo. Pienso en Luis Gordillo y en Pierre Alechinsky, por poner dos exclusivos ejemplos. En cuanto a la elección de la obra para reproducir en la portada, también se presta a la duda. ¿La portada marca lo que hay dentro? ¿No tiene importancia que figure tal o cual obra? ¿Qué ha impulsado a elegir un fragmento de la obra de la estadounidense Mary Cassatt Mujer sentada con un niño en sus brazos? ¿Por qué no la obra de Paul Gauguin Lavanderas en Arlés o el retrato de Moratín o la obra emblemática de Francis Bacon o la muy "fotogénica" de Manolo Millares o la de Gutiérrez Solana, pese a que el tema es relativamente duro? Tal vez no reviste demasiada importancia este hecho de la portada. Lo más importante hay que cifrarlo en los textos de las obras que se muestran. Cada cuadro o escultura se explica con buen tono, con amenidad, de manera culta y sabia. Se fomenta, merced a su exégesis, un cumplidor y acucioso gusto por el arte. En ese cumplimiento aparece una vez más la idea de que el arte no vale tanto por lo que define como por lo que estimula... Dos matizaciones incluimos. Nos parece reiterativa la alusión en esos textos al concepto de elegancia o elegante. No es un concepto de valor aplicable al arte. El otro dato es sobre la obra de Arteta, El puente de Burceña. Más relación encontramos con la obra que existe en el propio museo del francés Roland Oudot, adquirida en l924, que referenciándola con Vázquez Díaz.
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