A vueltas con América Latina

, Aunque huérfanos de famosos y conocidos, la fortuna y la casualidad hicieron que hasta dos películas bien distintas nos permitiesen acercarnos en pocas horas a sendas realidades de América Latina. Una, El entusiasmo, del chileno Ricardo Larraín, está en la selección oficial, fuera de concurso, porque se trata de una coproducción con España, que aporta al proyecto, además de los cuartos, a Maribel Verdú y Carmen Maura.La otra inauguró la que sin duda fue el pasado año la más interesante de las propuestas del festival, la selección de documentales hecha por el cineasta Patricio Guzmán. Lágrimas negras (no confundir con el título póstumo de Ricardo Franco), de la holandesa Sonia Herman Dolz, es una sugestiva, inteligente, personal crónica que, con la excusa de una gira del conocido grupo musical cubano La Vieja Trova Santiaguera, retrata a los miembros del veterano conjunto, una de las glorias vivas del rico folclore caribeño.

Proyectada recientemente en el festival de Cannes, El entusiasmo es, tras la exitosa La frontera (1991), la segunda película del realizador publicitario Larraín, y lo menos que de ella puede decirse es que no ha escatimado recursos para abordar una anécdota tan ambiciosa como finalmente fallida. Desde la música de Jorge Arriagada hasta la fotografía, impecable, de Esteban Courtalón, que un guión firmado por el competente Jorge Goldenberg no logra prosperar.

La historia de un joven con veleidades de poeta metido a promotor turístico que acabará convirtiéndose en voraz ejecutivo es contada con la previsible vocación de metáfora sobre el destino del Chile inmediatamente anterior y posterior a la llegada de la democracia. No le faltan al filme agallas para establecer el incómodo diagnóstico sobre el arribismo, la traición a los ideales adolescentes, e incluso su historia de amor, muy bien soportada por los anchos hombros artísticos de Verdú, tiene hechura encantadora. Pero al fin todo se hace muy previsible como para resultar convincente.