Libros y corbatas
Destellaban los Rolex bajo el sol, mientras en las casetas se cocía la cultura en la calima del mediodía. No eran horas ni temperaturas propicias en el Paseo de la Explanada de Alicante para acercarse a comprar libros y pocos eran los que rondaban ante las bandejas de ejemplares meticulosamente expuestos. Por eso su presencia destacaba más aún: la de los señores trajeados que habían acudido a inaugurar la feria. Todo el grupo llegó sonriente y en tromba. El alcalde de Alicante, Luis Díaz Alperi, su concejal de Cultura, Pedro Romero, y un séquito de representantes de la patronal alicantina saludaron a otros señores con traje que habían llegado antes: eran los próximos a ser premiados, los directivos de la Fundación Bancaja, entidad que este año ha recibido el galardón honorífico que coincede el certamen librero en reconocimiento por su apoyo a la difusión de la cultura y las artes. Se unieron todos en un torrente de corbatas que fluyó de caseta en caseta, acariciando los lomos de los libros, mirando distraídamente sus portadas, saludando a los libreros con leves inclinaciones de cabeza. En las casetas oficiales -la del Instituto de Cultura Juan Gil Albert, custodiada por azafatas de fucsia y grana, la de Bancaja, repleta de sus cuidadas publicaciones y catálogos- se demoraron un poco más, por aquello de la confianza de estar en casa propia. Al final del peregrinaje todos se refugiaron de un sol democrático, que abrasaba a autoridades y transeuntes sin distingos. Guarecidos por la sombra que proyectaba la carpa de la emisora COPE, Alperi y la directora de la feria, Elena Ximénez, entregaron el premio al director de la Fundación Bancaja, Ricard Pérez Casado. "Éste es el reconocimiento a una labor importante de fomento de la cultura en Alicante y nos enorgullece", dijo Pérez Casado, en nombre de la fundación premiada. "Es muy positivo leer libros", se pronunció un escueto Díaz Alperi. Todos se felicitaron y se marcharon con prisa a otros menesteres, con el libro Ciudades Valencianas que Bancaixa regaló a los asistentes. La compra de algún ejemplar en las casetas abiertas por los libreros la dejaron, quizá, para un momento menos caluroso.
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